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José Vilas Nogueira

Educando el servicio

De Washington ha vuelto Zapatero, no con una sino con tres fotos con un cortés y sonriente Bush. Habrá pensado el presidente americano, "what the heck", hay que educar al servicio: el déspota monclovita, la cristina rosada y demás lacayos.

El ex presidente Aznar se labró el odio de la, dizque, izquierda española con la ya célebre foto de las Azores. Acogidos por el melifluo oportunista Durão Barroso, a la sazón primer ministro de la República portuguesa, Bush, Blair y Aznar encabezaron una iniciativa en defensa del mundo libre. Ciertamente es muy discutible que su concreción –la intervención en Irak de los ejércitos americano y británico, y de algunos otros países aliados– fuese un acierto. Como suele acontecer desde hace unos 150 años, la información previa de los servicios de inteligencia americana no se ajustaba a la realidad: ni había armas de destrucción masiva, ni se previeron los peligros de la intervención en un país dividido por profundas tensiones étnicas y religiosas, que sólo un déspota con mano de hierro, como Sadam Hussein, conseguía mantener unido.

En cambio, para España la operación tuvo escasos costes. Ni un soldado español murió en el teatro de operaciones. Pero el despotismo izquierdista, ayuno de decencia y de sentido patriótico, explotó demagógicamente la apelación a los sentimientos "pacifistas" en contra de una guerra no autorizada por la Asamblea de las Naciones Unidas (colegio, increíblemente respetado, de embajadores de todos los Gobiernos del mundo, siendo así que la mayoría de ellos están en manos de caciques despóticos y corruptos). Zapatero, consumada encarnación de ese izquierdismo resentido y maleducado, ofendió a los Estados Unidos, permaneciendo sentado al paso de la bandera americana, y en el colmo de la estupidez y la insolencia, excitó a los aliados de Estados Unidos a desertar de Irak.

Pero pasó el tiempo, no mucho, y la negativa de Bush a recibirlo mortificaba grandemente al vanidoso déspota patrio. Como el presidente americano quiso cerrar su mandato con una reunión de los principales gobernantes del mundo, Zapatero anduvo mendigando, con zalemas de prostituta, apoyos en América Latina, en Asia y, finalmente, en la Unión Europea, para ser invitado a Washington (no quería ser menos que su odiado Aznar). Finalmente consiguió que Sarkozy (a cambio de "todo lo que me pidas") le hiciese un hueco en la delegación de la Unión Europea. Y, aunque no sabemos todavía el precio, el petit napoleón está dispuesto a liquidar la ya quebrantada Unión Europea si ello redunda en favor de la grandeur francesa. Y allá se fue Zapatero con la UE, en desconcierto de múltiples voces y plurales banderas. Menos la española, claro, porque nadie sabía el estatuto de Zapatero en la cumbre: ¿Un amigo de Sarkozy? ¿El primer ministro de un país sin bandera? ¿Un gorrón en busca de una copa del carísimo vino que alegró la cena de tanto abnegado gobernante? ¿Un becario en prácticas de diplomacia? Qué importa, Zapatero quería una foto con Bush, y la bandera española le importa un ardite; ya está hecho a su ausencia en Cataluña y el País Vasco.

Y de Washington ha vuelto, no con una sino con tres fotos con un cortés y sonriente Bush. Habrá pensado el presidente americano, "what the heck", hay que educar al servicio: el déspota monclovita, la cristina rosada y demás lacayos. Por cierto, el Zapatero y la Cristina se parecen cada vez más a personajes de la familia Addams. Peronismo y zapaterismo son primos hermanos. Y todavía hemos de soportar que el necio vallisoletano proclame a Borges como su escritor predilecto. Pero si el gran escritor argentino "no podría ni verlos".

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