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Juan Carlos Girauta

Ojo a las reacciones al Manifiesto

Una vez presentado el Manifiesto como violencia (sustantiva; lo simbólico es adjetivo), la vía queda expedita para una respuesta adecuada y en sus propios términos, que ya no son los documentos alternativos, sino otras formas de violencia.

El espectáculo de Joan Puig, señalando con el dedo y tildando de "indeseables" a personas como Montserrat Caballé o Mario Vargas Llosa porque han firmado un manifiesto con el que él no está de acuerdo, da idea de hasta qué punto la Esquerra mancilló en su día las instituciones españolas al colocar a este activista, boicoteador y señalador profesional en sus listas al Congreso, al convertirlo en representante del pueblo español. Sangrienta burla.

El personaje en cuestión importa poco. No hay que darle la vuelta a su operación; los linchamientos son siempre nauseabundos, incluyendo los simbólicos. La explicación de los conflictos nunca está en un tipo como él, que al fin y al cabo ya no representa a nadie. Caso más preocupante es el de Joan Manuel Tresserras, miembro del Gobierno catalán, conseller de Cultura y Medios de Comunicación por más señas. El Manifiesto por una Lengua Común es para este doctor y profesor universitario "una forma de violencia simbólica". Y eso ya son palabras mayores, por sí mismas y por las responsabilidades de quien las pronuncia.

Una vez presentado el Manifiesto como violencia (sustantiva; lo simbólico es adjetivo), la vía queda expedita para una respuesta adecuada y en sus propios términos, que ya no son los documentos alternativos, sino otras formas de violencia, adjetivada o no. Hay que denunciar y poner fin a esta moda consistente en amenazar a gente desde el poder (apenas veladamente) que inauguró el primer tripartito y recupera el segundo. Desde aquel ensañar los dientes de Maragall (si no se acepta el Estatut que salga de Cataluña, "el drama está servido") hasta esta repugnante licencia simbólica para lo que sea (¿qué ha de hacer un pueblo oprimido como el catalán cuando unos desaprensivos ejercen sobre él violencia simbólica?), las hemos visto de todos los colores.

La más nítida amenaza institucional del tripartito remite a otro manifiesto. Los precursores de Ciudadanos se encontraron con que la segunda autoridad del Gobierno catalán, el independentista Bargalló, les recordaba otro manifiesto aún más antiguo, el de los 2.300, y para dejar clara la posición en que quedaban los de Boadella y Espada, el conseller primer se recreó citando los nombres de Amando y Federico. Que un tío de la Esquerra te recuerde a Federico Jiménez Losantos a modo de advertencia es algo que admite pocas lecturas.

Hay que estar preparado para cualquier debate público, por duro que sea, mientras siga siendo eso, un debate. Pero cuando el miembro de un Gobierno te acusa de violencia por firmar algo que tiene doscientos mil apoyos, el debate se ha terminado, y el firmante destacado queda a la espera de la respuesta inducida. Ojo, las amenazas siempre hay que tomarlas en serio.

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