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DICCIONARIO PANHISPÁNICO

Dudas son dudas

“Todos los diccionarios son de dudas”. Con estas cáusticas palabras saludaba el otro día un conocido lingüista la aparición de éste que hoy comentamos. Y es verdad. Pocos son los que consultan un diccionario por placer, para regodearse en sus descripciones, y muchos los que lo hacen para salir de un atolladero, o para confirmar un dato. En el caso de los profesionales de la escritura –periodistas, traductores, escritores–, la supeditación es insoslayable.

“Todos los diccionarios son de dudas”. Con estas cáusticas palabras saludaba el otro día un conocido lingüista la aparición de éste que hoy comentamos. Y es verdad. Pocos son los que consultan un diccionario por placer, para regodearse en sus descripciones, y muchos los que lo hacen para salir de un atolladero, o para confirmar un dato. En el caso de los profesionales de la escritura –periodistas, traductores, escritores–, la supeditación es insoslayable.
Muchos diccionarios son como amigos de toda la vida, por eso nos referimos a ellos con gran familiaridad y decimos "el María Moliner", "el Corominas", "el Seco", "el Martínez de Sousa". Esa relación será más o menos intensa, según los conocimientos y la disponibilidad del usuario, pero siempre duradera. A pesar de que son unos auxiliares imprescindibles (o deberían serlo), tampoco hay que llegar a un extremo enfermizo de dependencia, no vaya a ser que las palabras no dejen ver las frases. Muchas veces hay que arriesgarse y dejar de lado la norma, sin perderla ni remotamente de vista.
 
Diccionarios no faltan, aunque de dudas, lo que se dice dudas, disponíamos de muy pocos realmente competentes, si exceptuamos el de Manuel Seco, publicado en Espasa. ¡Cuántas discusiones entre colegas se han zanjado consultándolo! Porque la autoridad de los diccionarios suele ser incontestable, muchas veces sin verdadera razón de ser.
 
No quiero olvidarme, en este recuento de los precedentes del Panhispánico, de los manuales de estilo, publicados por muchos medios de comunicación, como el de El País, o el todavía más famoso Manual de español urgente de la agencia EFE. La lexicografía es una ciencia que a veces ha rozado la categoría de práctica, incluso algunos presentadores de concursos televisivos han echado su cuarto a espadas en estos siempre resbaladizos asuntos.
 
El Panhispánico de dudas viene a coronar cinco años de esfuerzos y trabajos continuados para formar un corpus que abarcara las distintas áreas de la lengua española. Implicar a veintidós academias en un solo diccionario no es tarea fácil, y hay que felicitar a sus respectivas comisiones por su diligencia, habida cuenta de lo que ha tardado la Española en actualizar el DRAE, de que todavía no hay vislumbres de que se vaya a terminar el Diccionario Histórico y de que la última edición de la Gramática es de 1931. Han pasado unas cuantas cosas desde entonces, incluso en la lengua española.
 
Sobre el propósito de este diccionario, prefiero ser literal y citar unas palabras de la presentación: "Aclarar la norma establecida y atender a la vez a lo que algunos lingüistas llaman 'norma en realización'; de ahí que oriente también sobre lo no fijado y formule propuestas guiadas por la prudencia y el ideal de unidad lingüística". Es decir, se propone fomentar lo que une y no lo que separa. Creo que este aspecto es sumamente importante para entender lo que yo considero uno de los mayores logros de este diccionario.
 
El diccionario está estructurado de la siguiente manera: 1) las entradas, ordenadas alfabéticamente (el diccionario propiamente dicho), como es de rigor; 2) cinco apéndices ('Modelos de conjugación verbal', 'Lista de abreviaturas', 'Lista de símbolos alfabetizables', 'Lista de símbolos o signos no alfabetizables', 'Lista de países y capitales con sus gentilicios'), sumamente útiles para el manejo del volumen; 3) un glosario de términos lingüísticos, en el que se aclaran los conceptos gramaticales, ¡ay!, tan olvidados; 4) la nómina de obras y publicaciones periódicas citadas en el cuerpo del diccionario, donde se ofrecen los datos de edición completos.
 
Este último apartado me parece fundamental. Un diccionario de dudas es también un diccionario de uso, en el sentido de que predica con el ejemplo práctico. Las fuentes son numerosas, y van desde las que se sacan de verdaderas autoridades del mundo de las letras –a veces incluso para ilustrar errores– hasta meras noticias de prensa, donde el terreno para la recomendación y la enmienda está más abonado.
 
Ignoro cómo se ha distribuido el trabajo para cada entrada, pero es evidente que alguien ha tenido que rastrear y expurgar dichos ejemplos, por una parte, para incluir los más ilustrativos de lo que se quiere mostrar y, por otra, para no ofender susceptibilidades. Es ésta una labor casi política que no siempre se ha resuelto con demasiada fortuna (véase la entrada "sabra", por ejemplo y se entenderá a qué me refiero). No obstante, por encima de estas y otras consideraciones, lo que prevalece es la utilidad y la calidad de este valiosísimo instrumento.
 
 
Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española: Diccionario panhispánico de dudas. Santillana, 2005. 833 páginas.
 
Para acceder al blog de Julia Escobar, pinche aquí.
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