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'LA RUTA DEL ODIO'

Las claves del terrorismo

España es uno de los países más afectados por el terrorismo, y sin embargo los estudios y análisis sobre el mismo han sido pocos y en general romos o mediatizados por ideologías diversas. Con lo que la opinión pública sabe poco del fenómeno, y aun ese poco, distorsionado. Por eso es muy de agradecer el libro de Fernando J. Vaquero Oroquieta La ruta del odio, 100 respuestas claves sobre el terrorismo.


	España es uno de los países más afectados por el terrorismo, y sin embargo los estudios y análisis sobre el mismo han sido pocos y en general romos o mediatizados por ideologías diversas. Con lo que la opinión pública sabe poco del fenómeno, y aun ese poco, distorsionado. Por eso es muy de agradecer el libro de Fernando J. Vaquero Oroquieta La ruta del odio, 100 respuestas claves sobre el terrorismo.

En efecto, a través de cien preguntas que se hace o puede hacer cualquier persona preocupada por el fenómeno, Vaquero va desgranando unas respuestas casi siempre claras y convincentes.

Las cuestiones pasan de lo más general a lo más particular, y a la explicación de diversos tipos actuales de terrorismo: cuándo nace este modo de actuar, cómo evoluciona, a qué se debe; su relación con ideologías totalitarias, con los nihilismos y el anarquismo del siglo XIX, con la religión, con el marxismo, con los nacionalismos... Finalmente, aborda sus rasgos en España y en lo que suele llamarse, un poco a la ligera, "mundo globalizado". Sobre todo lo cual ofrece abundantes datos, algunos poco conocidos. Solo esta panoplia de cuestiones ya indica el interés de esta contribución valiosa al análisis de unas formas de violencia política características de la modernidad, es decir, de un mundo poco religioso (el yihadismo merece análisis aparte), pragmático, con gran incidencia de los medios de información y opinión, tendencias democráticas y al mismo tiempo una faceta nihilista.

El terrorismo en Occidente viene estrechamente ligado a la propaganda, y en ello consiste su racionalidad. La idea extendida de que los terroristas son psicópatas o idiotas (aunque los hay, como en los propios gobiernos) solo revela simpleza. Ello sin olvidar, desde luego, la amplia difusión de patologías psíquicas y opiniones disparatadas, como podemos constatar fácilmente en internet, donde corren las más alucinadas concepciones de la historia, de la realidad, de la política o de la economía. Ideas que son muy a menudo productos de descomposición del marxismo, que crean en el individuo una mezcla explosiva de esperanzas exaltadas de redención, justicia o felicidad en la tierra... y una frustración simétrica cuando las considera incumplidas, de lo cual acusa apasionadamente a algún culpable general: el capitalismo, el "sistema", el imperialismo, el cristianismo, un gobierno determinado, unas fuerzas oscuras y ocultas que manejarían el mundo para impedir una realización humana tan plena como confusa, según la concibe el frustrado. De ahí una especie de histeria que llega a hacerse masiva y servir de vivero a grupos terroristas. Y no necesariamente, como podría ocurrir ahora con los indignados, en momentos de crisis económica: las movilizaciones juveniles de los prósperos años 60 originaron, precisamente, numerosos grupos terroristas en Europa, Usa y Japón, sin contar el terrorismo palestino, entonces laico y no yihadista.

Dejando aparte el islámico, al que se dedica bastante espacio pero que no trataré aquí, el terrorismo en Occidente va estrechamente ligado a dos rasgos característicos de nuestra época: la expansión, desde el siglo XIX, de la sociedad de la propaganda y la información, por un lado, y de un relativismo moral y político que crea la impresión de que cualquier opción puede ser tan legítima como cualquier otra, por otro. Cuando un grupo de personas cree en una opción determinada que choca con la corriente dominante, se encuentra a menudo sin posibilidad de expresarse, o con una expresión sin efecto social. Una salida racional, aun si arriesgada, consiste en recurrir al atentado para obligar a los medios de masas a ocuparse de esa opción. Esta clase de terrorismo se define como "propaganda por la acción", más específicamente por la acción sangrienta, que llega a tener un éxito extraordinario cuando logra engarzar con corrientes políticas más fuertes, aun si no directamente terroristas y de objetivos más o menos afines.

Cuando el estado se muestra débil o incapaz ante el ataque, el terrorismo pasa de medio de propaganda a medio de corrosión y derrumbe del propio estado.

El caso de la ETA en España es modélico: su racionalidad se ha demostrado muy eficaz para ella, hasta condicionar la evolución política del país de modo extraordinario, y hoy más que nunca. Ello se debe al amplio círculo de simpatías, colaboraciones parciales y deslealtades hacia España y la democracia por parte de muchas de las principales fuerzas del país, que veían en los asesinatos etarras un instrumento útil (recoger las nueces, dijo un famoso delincuente). Creo que el autor del libro queda a medias en este aspecto. Así, atribuye el considerable arraigo popular alcanzado por la ETA a un nacionalismo fuerte y preexistente (basta leer a los fundadores del grupo para entender que su problema era el contrario), o a "debilidad o falta de perspicacia de otros actores políticos", como el PNV. Este partido ha sido uno de los mayores colaboradores de la ETA, no porque se identificase con ella (salvo en el plano separatista), sino porque extraía ventajas políticas directas o indirectas de sus crímenes. También señala Vaquero como causa "un Estado en buena medida inhibido", pero no explica las razones de tan sospechosa inhibición, de las que algo he tratado en La transición de cristal.

Con alguna salvedad como esta, nos encontramos con un libro claro, informativo y analítico, una verdadera contribución a la comprensión de un fenómeno tan grave e influyente como mal comprendido.

 

FERNANDO JOSÉ VAQUERO OROQUIETA: LA RUTA DEL ODIO. Sepha, 2011, 429. Prólogo de ANTONIO BERISTAIN.

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