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Maite Nolla

Noventa y nueve punto siete

La radio digital e internet ponen de manifiesto lo absurdo y tercermundista de que todavía hoy las emisoras de radio dependan de las licencias administrativas y que esas licencias las den o las quiten los caciques nacionalistas, regionalistas o regionales

Hacía yo segundo de carrera cuando el Gobierno de Jordi Pujol le quiso meter el dedo en el ojo a La Cope cerrando unas cuantas emisoras en toda Cataluña. El brazo ejecutor de aquella operación fue el muy moderado –qué digo moderado, moderadísimo– Trias, que hoy vaga por el Ayuntamiento de Barcelona intentando empatar con el peor alcalde que jamás tendrá Barcelona –en dura competencia con Clos–, Jordi Hereu. Al igual que ahora, la intención era fastidiar y castigar a una empresa que no cree que el nacionalismo sea bueno para Cataluña y, lo que es peor, lo dice. Sin embargo, ni Pujol, generalmente cobarde disfrazado de pragmático, ni Trias, se atrevieron a desvelar los auténticos motivos de la cacicada, y alegaron que la COPE no había ganado el concurso porque no garantizaba la difusión del aranés. El beneficiado de aquello fue el convergente Justo Molinero, un hombre que después del catalán, sólo habla occitano-aranés, igual que Celestino Corbacho. Al final, de todas formas, La Cope acabó ganando el pleito en los juzgados.

Nadie se sorprende de lo que ha hecho el CAC; lo crearon para eso y es fiel reflejo de la política catalana, exportada por desgracia al resto de España. Siendo grave lo sucedido, también es verdad que, diez años después, estos tipos intentan ponerle puertas al campo; la radio digital –si llega algún día a nivel de usuario– e internet ponen de manifiesto lo absurdo y tercermundista de que todavía hoy las emisoras de radio dependan de las licencias administrativas y que esas licencias las den o las quiten los caciques nacionalistas, regionalistas o regionales. Aunque ganen esta batalla, lo único que hacen es enroscarse más la boina.

Iba a hacer un discursillo sobre el nacionalismo, pero debo decir algo sobre algunas declaraciones que he oído esta semana. La primera, sobre lo que ha dicho el director de La Razón. Efectivamente, la clave está en la postura del señor Lara en relación con el nacionalismo en Cataluña. A lo que yo añadiría que mientras el señor Lara estampaba su firma en el manifiesto de apoyo al nuevo Estatuto, Arcadi Espada hacía campaña contra el Estatut en un centro cívico de Manresa, rodeado de antidisturbios de los Mossos d’Esquadra y en presencia de una servidora.

Y la segunda, es la desorientación permanente del PP, que es capaz de decir y hacer una cosa en Madrid y otra en Barcelona, acercándose al modelo de federaciones nacionalistas del PSOE a velocidad de vértigo. Y me refiero a lo que han dicho la presidenta del partido en Cataluña y el diputado por Lérida; mientras Esperanza Aguirre suprimió el Consejo Audiovisual en la Comunidad de Madrid, el PP de Cataluña no está en contra del CAC, ni tampoco de mandar allí a nadie, sino que lo que les molesta es que su representante les deje mal ante sus votantes oyentes de La Cope.

Solidaridad con la COPE; en Lérida noventa y nueve punto siete.

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