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Manuel Llamas

Menos democracia y más libertad

Esta "democracia real" tan sólo nos depararía lo mismo, sólo que mucho peor. Que sus miembros orbiten en la izquierda, derecha o el centro político es lo de menos. Sus ideas tan sólo generarían más pobreza y miseria.

A lo largo de los dos últimos siglos, pero en especial durante el siglo XX, la democracia se ha ido constituyendo en una figura casi mítica, un símbolo celestial que es virtuoso per se, siempre y en todo lugar. Una especie de falsa bandera que permite justificar algunas de las mayores tropelías y atrocidades que ha cometido el hombre. No en vano, el comunismo se cobijó bajo el paraguas de la "democracia popular", el fascismo se envolvió en el velo de la "democracia orgánica", las comunas operaron a través de la "democracia participativa" o "asamblearia", la Antigua Grecia –dividida en esclavos y "ciudadanos"– implantó la "democracia directa", y la actual partitocracia que hoy nos gobierna se hace llamar "democracia representativa".

En un sentido estricto, el término democracia, si bien significa "gobierno del pueblo", tan sólo se trata de un mero sistema –uno más– para seleccionar y elegir gobernantes, sólo que a través del voto. Así, por ejemplo, en la democracia griega, cuna de dicho modelo, el derecho a voto se circunscribía al 10% de la población (los "ciudadanos"), en las democracias comunistas y fascistas a las elites que dirigían el "partido único", en la democracia liberal del siglo XIX a los contribuyentes masculinos (sufragio censitario) y en las actuales democracias a los mayores de edad (sufragio universal).

Así pues, la democracia se centra en responder a una única pregunta, "¿quién debe gobernar?", dejando en el más absoluto olvido la cuestión crucial que debería preocupar a todo individuo amante de su libertad: "¿Cómo se debe gobernar?". Dos palabras, "quién" o "cómo", que suponen mundos opuestos. ¿Se han preguntado alguna vez qué pasaría si la democracia representativa se aplicara en un hipotético gobierno mundial bajo la regla un hombre un voto? Quizá no cambiaría mucho el actual panorama, o quizá la mayoría de africanos, chinos e indios impondría al resto de los occidentales el mercantilismo económico, la dictadura y el sistema de castas... O, quizá, el ejército de desposeídos que sigue generando la práctica inexistencia de capitalismo real en la mayoría de países acabaría implantando el socialismo y el populismo a nivel mundial. Quién sabe.

Lo cierto es que por mucho que Chávez o Hitler hayan llegado al poder a través de mecanismos democráticos, es evidente que los individuos gozan de mayor libertad bajo la monarquía de Tailandia, los minúsculos principados de Mónaco y Liechtenstein o la excolonia británica de Hong Kong.

En los últimos días se viene sucediendo un intenso debate acerca de si el movimiento cívico Democracia Real YA está o no monopolizado por una determinada ideología, pasando por alto los cambios que demandan los susodichos "indignados". La lectura de sus propuestas concretas no deja lugar a dudas: más socialismo, más Estado, más intervención pública y, por tanto, menos mercado y libertad. Es decir, esta "democracia real" tan sólo nos depararía lo mismo, sólo que mucho peor. Que sus miembros orbiten en la izquierda, derecha o el centro político es lo de menos. Sus ideas tan sólo generarían más pobreza y miseria.

Por todo ello, frente a la #DemocraciaRealYa, yo me apunto al movimiento #LibertadRealYa lanzado por el Partido de la Libertad Individual (P-Lib), cuyo manifiesto alternativo comparto casi al 100%, ya que sus propuestas sí otorgarían poder real al individuo (es decir, a usted), restándoselo a los políticos. ¡Eso sí que sería una revolución!

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