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Miguel del Pino

Mando más ignorancia, igual a desastre

La indignación de un ministro sin credibilidad. Sólo su dimisión inmediata podría contribuir a redimir su deteriorada imagen.

La indignación de un ministro sin credibilidad. Sólo su dimisión inmediata podría contribuir a redimir su deteriorada imagen.
Salvador Illa y Fernando Simón | EFE

Ya era hora, pero al final un colectivo muy numeroso de científicos españoles ha mostrado su disgusto y ha protestado por la forma en que la Ciencia viene siendo marginada por parte de una serie de políticos, especialmente aquellos que ostentan el mando, y bien que lo aprovechan, para hablar y tomar decisiones en nombre de la misma.

No sólo se ha ignorado la Ciencia, sino que ha sido suplantada para que los políticos, que podemos personalizar en este sentido en el ministro Salvador Illa, hayan basado algunas decisiones, de gran trascendencia médica y económica, en los supuestos consejos que recibían por parte de supuestas comisiones de técnicos que posteriormente, ante la presión de los medios, hubo que reconocer que ni siquiera existían.

Es obligación de quienes nos referimos a la pandemia en los medios de comunicación recordar al citado ministro lo más frecuentemente posible el bochornoso momento en que tuvo que abandonar la falacia de los consejos de la supuesta comisión ante el aplastante peso de la falta de pruebas de los argumentos que empleaba. Estamos repitiendo la palabra “supuesto” más allá de la conveniencia sintáctica, pero creemos que se trata de un argumento fundamental para valorar la credibilidad del ministro Illa.

La paciencia colmada del ministro  

En la comparecencia del filósofo Illa ante los medios de comunicación para anunciar el confinamiento de Madrid, pendiente del teléfono por si llegaba algún ucase zarista que lo frenara,  comenzó indignado afirmando que "la paciencia había llegado al límite". ¿Podrá imaginar el prepotente filósofo hasta dónde llega la paciencia de muchos de los sufrientes ciudadanos que lo escuchan?

El Sr. Ministro carece de credibilidad no ya para enfadarse sino para permanecer en su puesto sin presentar la dimisión después de verse obligado a contar la tremenda realidad de la inexistencia de una comisión a la que el ingenio popular  trocó el nombre de "expertos" por el de "espectros".

Por si la garantía de su palabra no se hubiera deteriorado lo suficiente en aquella circunstancia, ahora, con  ocasión de la sustitución de las medidas de confinamiento parcial que venía tomando la Comunidad de Madrid por el confinamiento periférico de la capital que pasaba a exigir el Gobierno, ahora, repetimos, ha sido necesario que reconozcan que habían tomado datos de varias jornadas anteriores, obviando así que lo establecido por la Comunidad estaba empezando a arrojar resultados muy prometedores.

En  definitiva Sr. Ministro usted carece de credibilidad y sólo su dimisión inmediata podría contribuir a redimir su deteriorada imagen,  aunque con tan digna decisión pudiera perder algún puñado de votos en las próximas elecciones autonómicas catalanas a las que parece encaminado.

Es evidente que la evolución de la pandemia está mostrando una capacidad de transmisión verdaderamente asombrosa que muy probablemente está asociada a ese vehículo de aerosoles que ahora una parte de la comunidad científica parece reconocer como responsable de tal virulencia. Pero decir la verdad a los ciudadanos y poner la política al servicio de la Ciencia y no a la inversa es previo e imprescindible para obtener la colaboración de unos "excelentes vasallos" si hubiera "buen señor". 

Porque, con las excepciones de algunos momentos de irresponsabilidad por parte de algunos colectivos, la colaboración ciudadana está siendo muy buena en general; desde luego en Madrid es muy raro ver a alguien sin mascarilla. No merecemos ni que nos mientan ni que nos gobiernen a golpe de soberbia de dirigentes.

¿Hasta dónde llegará la paciencia de los ciudadanos, que es tan respetable como despreciable es el despotismo desilustrado?

 

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