Los incendios declarados en los últimos días en toda España no interpelan al Gobierno socialperroflauta, ni mucho menos a su presidente, que está a otras cosas. Sánchez aceptó visitar una de las zonas más castigadas por el fuego y allí, precisamente allí, hizo un posado veraniego a lo Ana Obregón, cuando aquella tradicional foto en bikini en la portada del Hola declaraba inauguradas oficialmente las vacaciones de verano de todos los españoles. Anita sonreía en aquellas instantáneas y Pedro posa con su mirada azul acero y gesto de sincera preocupación en una especie de robado-pactado, como los famosos cuando organizan con los paparazzi una encerrona ficticia para seguir en el candelabro.
El lugar elegido por Sánchez fue un parque nacional ubicado en una comunidad autónoma gobernada por socialistas, para reducir al máximo la posibilidad de que unos montaraces encabronados le brindaran improvisadamente un concierto de viento y percusión. Ni por esas. Las pacíficas gentes de la zona, agricultores y ganaderos en su mayor parte, hicieron que el presidente extremeño pusiera pies en polvorosa en dirección al helicóptero de Sánchez, llevándose con él no pocos recados de cierta dureza para que también el presidente sepa de primera mano lo que la gente de la zona opina de él.
Sánchez llegó, posó y declaró que la culpa de los incendios es del calentón global. Ole. El argumento no acaba de convencer a las víctimas colaterales de tanta catástrofe, porque con unos montes cuidados, desbrozados y limpios, el cambio climático lo tendría muy difícil para arrasarlos como lo está haciendo. Pero es que se trata de una tragedia que se veía venir por la gente que vive en las proximidades de las zonas forestales, dejadas al albur de la propia naturaleza porque los ecologistas urbanitas creen que la mejor manera de proteger el medio ambiente es preservarlo de la mano del hombre.
Sin embargo, la acción del ser humano es fundamental para mantener el medio natural y preservarlo de las catástrofes. Por eso, los habitantes de los pueblos llevaban el ganado a pastar a las zonas bajas del monte, lo limpiaban de malezas para facilitar la caza y explotaban los recursos comunales con el cuidado del que sabe que su forma de vida depende del fruto de la tierra y los animales. Pero la legislación actual, inspirada por ecologistas de fin de semana y aplicada con saña por todos los gobiernos, ha hecho imposible actuar en un entorno rural que han dejado desprotegido diciendo que lo protegían del hombre, precisamente el único que lo puede cuidar.
A Sánchez todo esto no le importa, claro, pero a los votantes socialistas que viven del campo, sí, por eso ya no puede pasear por las calles de los pueblos pequeños de España, que hasta no hace poco votaban en masa al PSOE. Y lo peor es que ya no está Adriana Lastra para poderles explicar que el problema no es el abandono del Gobierno y las prohibiciones de las autonomías, sino que el planeta llora porque un modelo matemático dice que dentro de 100 años subirá un grado la temperatura media global.