Menú
Pablo Molina

Los indignados de Frankfurt y su empanada mental

Lo peor es que, en algunos lugares, esta gente puede llegar a gobernar.

Lo peor es que, en algunos lugares, esta gente puede llegar a gobernar.

Las imágenes de miles de jóvenes superconcienciados arrasando las calles de Frankfurt, quemando vehículos y apedreando convenientemente a la policía, nos muestran de manera muy aproximada el nivel intelectual de toda esta tropa de imberbes ociosos surgida al socaire de la crisis. La excusa para dar rienda suelta a sus afanes justicieros ha sido en esta ocasión la inauguración de un magnífico edificio que servirá como sede del Banco Central Europeo. Al parecer, el gasto que ha supuesto esta construcción es una ofensa a los europeos más desfavorecidos, que los hijos de las familias bien de todo el continente han acudido a vengar en las proximidades del inmueble, para que no queden dudas sobre el motivo de su enfado.

Sin embargo, los varios miles de jóvenes que se dieron cita en esa jornada de violencia festiva deberían estar encantados con el gasto realizado por las instituciones europeas para que Mario Draghi trabaje en adecuadas condiciones de confort. Una manifestación que se convoca "contra la austeridad" de la Unión Europea debería finalizar a las puertas de la flamante sede del BCE con los participantes rindiendo honores a este mastodonte de acero y cristal, todo un símbolo precisamente de la falta de austeridad de los responsables de su construcción.

La nueva sede del Banco Central Europeo ha supuesto un gasto de más de 1.200 millones de euros (¡toma austeridad!), ha dado trabajo durante década y media a miles de trabajadores de la construcción y, a partir de ahora, seguirá consumiendo ingentes cantidades de dinero público para mantener sus instalaciones y a los más de mil trabajadores que van a usarlas a diario. ¿Qué más quieren estos chavalotes?

De hecho, el presupuesto del edificio, como suele ocurrir, se incrementó el doble de lo presupuestado, otro gesto antiaustericida que los jóvenes anticapitalistas deberían celebrar como ejemplar para los gobiernos de sus países respectivos. Tienen tal empanada mental que uno de los participantes, un joven alemán con aspecto de pertenecer a las capas más altas de la sociedad teutona, decía a las cámaras que estaban allí apaleando policías y tal porque "Grecia ha llegado a Alemania". Ahí es nada, los hijos de los que pagan los despilfarros del bon vivant de Varufakis protestando por un derroche al más puro estilo griego porque no quieren tanta austeridad. Y lo peor es que en algunos lugares pueden llegar a gobernar, momento en el cual tendremos que empezar a valorar si abandonamos de una puñetera vez este absurdo continente.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios