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Pablo Molina

Matar curas a tuitazos

Los sacerdotes encabezan esa lista negra progresista y por eso su muerte se puede celebrar con jolgorio

Los sacerdotes encabezan esa lista negra progresista y por eso su muerte se puede celebrar con jolgorio
En la imagen, afectados junto a la Puerta de Toledo. | EFE

El vertedero de las redes sociales administra la porquería de forma muy selectiva. Los encargados de su gestión son manipuladores de residuos que eligen muy bien qué basura hay que reciclar y cuál hay que dejar en lugar bien visible del basurero para diversión general. El caso más reciente tiene que ver con la explosión de gas que ha destrozado un edificio parroquial de Madrid provocando cuatro muertes que, en consecuencia, han sido celebradas convenientemente por los podemitas que merodean en las redes a todas horas, como los vagos acreditados que son.

Entre los fallecidos hay un sacerdote, tremenda decepción para esta gavilla de hijos de perra, que hubiera preferido que no hubiera quedado ni un cura vivo. Pero algo es algo, así que el suceso ha servido, al menos, para echar unas risas con comentarios ocurrentes que, pandilla lógicamente, han sido compartidos miles de veces.

El marxismo cultural ha producido una sociedad hipersensibilizada con idioteces como los derechos de las gallinas, el lenguaje inclusivo o el cambio climático, mientras se refocila satisfecha con el sufrimiento de aquellos que los archimandritas de la izquierda han señalado como enemigos del progreso. Los sacerdotes, por supuesto, encabezan esa lista negra progresista y por eso su muerte se puede celebrar con jolgorio sin que los medios donde se propaga esta basura lleven a cabo la menor acción al respecto.

Ni siquiera se salvan esos centenares de curas comunistas convertidos en mamporreros voluntarios de la misma izquierda que los quiere exterminar. Si llegara el momento serán los primeros en caer, que para eso son más cercanos y hay confianza. Mientras tanto, a desear que no quede uno vivo y a corear consignas sobre incendiar iglesias o abonar huertos.

El asunto sería simplemente un test para constatar hasta qué niveles de podredumbre cerebral pueden llegar las personas sin hacerse sus necesidades encima. Lo que pasa es que sus referentes políticos piensan exactamente igual que ellas y ahora hacen leyes que se publican en el BOE. Con que todo ese odio no salga de Twitter ya vamos bien.

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