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Pablo Molina

No se irá solo

La dimisión de Teodoro García Egea es solo el inicio de un proceso de depuración que va a cambiar las estructuras del Partido Popular en no pocas regiones y ciudades.

La dimisión de Teodoro García Egea es solo el inicio de un proceso de depuración que va a cambiar las estructuras del Partido Popular en no pocas regiones y ciudades.
Teodoro García Egea. | EFE

La dimisión de Teodoro García Egea es solo el inicio de un proceso de depuración que va a cambiar las estructuras del Partido Popular en no pocas regiones y ciudades. Empezando por su patria chica, donde su amigo Fernando López Miras debe de estar tentándose la ropa ante la posibilidad de resultar desbancado en el congreso regional que ha de celebrarse en pocas semanas. Y quien dice López Miras dice los dirigentes del PP de otras autonomías que fiaban su futuro político al hecho de que el partido los había puesto ahí y, lo que es más importante, a que en Génova estaban comprometidos a que no hubiera la menor contestación interna ni, por supuesto, listas alternativas en sus procesos congresuales.

Esa obsesión enfermiza por convertir un partido democrático en un sindicato vertical de obediencia marcial al líder ha saltado por los aires y los que estaban amenazados para que no osaran cuestionar a los delegados oficiales van a mover sus piezas y plantar cara sin la menor cortapisa. Por primera vez en el Partido Popular es posible que veamos algún atisbo de democracia interna. No todo iba a ser malo en este proceso de demolición.

El intento de chantaje a Díaz Ayuso y los pretextos para justificarlo han puesto la soga al cuello de no pocos fieles de Teodoro, que hasta ayer trataban de disimular su adhesión inquebrantable cuando ya era demasiado tarde para eso. Ahora le toca al ex secretario general recibir el escarnio público de los que hasta la semana pasada se peleaban por llevarle el maletín, pero así es la política cuando se utiliza fundamentalmente para satisfacer ambiciones personales.

La salida de García Egea y la no muy lejana de Pablo Casado (qué estará pensando todavía este zagal) han roto los diques levantados a golpe de mando y la riada va a llevarse por delante a no pocos de sus fieles. Está bien que sea así, porque sería letal atravesar la crisis durísima que se avecina para acabar cometiendo los mismos errores que han llevado al PP a protagonizar el ridículo más cochambroso del que tenemos memoria.

Sí, es cierto que Sánchez salió a gorrazos del PSOE en 2016 y volvió por la puerta grande a Ferraz para se ahí asaltar la Moncloa, pero él tenía a las masas de votantes rodeando la sede socialista pidiendo que siguiera al frente del partido y Casado tenía a los suyos exigiendo su dimisión. De ahí no se vuelve, así que más vale que vaya buscando acomodo, a poder ser en Bruselas, donde se trabaja poco y se gana más que aquí. Él y los tres o cuatro fieles que todavía le quedan.

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