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Pablo Planas

Careo Junqueras-Puigdemont

Junqueras y Puigdemont se la tienen jurada desde aquellos días de octubre de 2017, cuando el primero empujó al segundo a proclamar la república en vez de convocar elecciones.

Junqueras y Puigdemont se la tienen jurada desde aquellos días de octubre de 2017, cuando el primero empujó al segundo a proclamar la república en vez de convocar elecciones.
Carles Puigdemont y Oriol Junqueras | Europa Press

Pelea, pelea, pelea. Puigdemont y Junqueras se han citado después de clase en un plató de TV3 donde comparecerán a la manera telemática si la autoridad competente no lo impide. El preso Junqueras, cabeza de lista de ERC para las elecciones europeas, tiene permiso de la Junta Electoral de Barcelona para participar en el debate de candidatos de la cadena autonómica de este martes por la noche. Puigdemont, no, pero no es previsible que se le pueda negar la intervención en un careo televisivo cuando hasta el Tribunal Supremo ha avalado su candidatura a pesar de ser un prófugo del propio Tribunal.

Enterado el fugitivo de que su archienemigo Junqueras iba a figurar en la sesión televisiva se ha conectado inmediatamente en Twitter para anunciar que si está el "vicepresidente", "jo també", que ya no va su tercero, Toni Comín, prófugo y tránsfuga de ERC, sino que se representará a sí mismo. Máxima expectación. Junqueras y Puigdemont se la tienen jurada desde aquellos días de octubre de 2017, cuando el primero empujó al segundo a proclamar la república en vez de convocar elecciones autonómicas (verdadero origen de las penalidades de los golpistas) y el segundo se escapó de España tras decirle al primero y demás consejeros que "el lunes, todos en los despachos".

Puigdemont y Junqueras se profesan un odio hondo, visceral y agudo. Hasta ahora han mantenido más o menos las formas. Se han dirigido crípticas alusiones críticas a través de los medios y veladas acusaciones vía familiares, amigos y adictos, pero aún no se han lavado los trapos sucios, ni dentro ni fuera del separatismo. Si el encuentro telemático y televisivo fructifica no será, por desgracia, un cara a cara, cuyo interés sería aún mayor que el de las deposiciones en el Supremo de acusados y testigos del golpe de Estado separatista liderado por ese par de irresponsables mal avenidos.

El duelo se presenta interesante y emotivo, muy emotivo. El propósito de Puigdemont es escenificar una reconciliación y apelar a la unidad. El de Junqueras es que no se le note la rabia que le provoca el "president" y se vaya al cuerno su cultivada imagen de beato mandeliano. Campeonato mundial de la hipocresía, el preso y el prófugo se disputan el liderazgo del campo separatista y sólo puede quedar uno. Las últimas elecciones y las últimas encuestas pronostican una nueva victoria en Cataluña y en las europeas de ERC, pero Junts per Puigdemont ha avanzado posiciones en los últimos días, de modo que republicanos, posconvergentes y hasta socialistas están en un pañuelo en la lucha por el primer puesto.

La sustancia de esta guerra total separatista es que erosiona a los golpistas y frena la concreción de sus planes. Nadie duda de la fe independentista de uno y otro, pero antes que la república está su personal querella, esa rivalidad extrema por el control imaginario del territorio y el monopolio real del electorado separatista. Las próximas municipales y europeas son importantes, pero no definitivas. La batalla final tendrá lugar en las próximas elecciones autonómicas, después de las sentencias del Supremo. Mientras tanto, a disfrutar del "espectáculo", nuevo hito político y televisivo, un debate de las elecciones europeas en TV3 como marco del primer contacto personal entre Junqueras y Puigdemont desde que se dijeron "hasta luego" a finales de octubre de 2017. Patrocinan el magno evento las juntas electorales y las altas instancias judiciales.

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