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Pablo Planas

Pedro Sánchez: que pase el siguiente

Cotiza al alza el riesgo de que Pedro Sánchez se eternice.

Cotiza al alza el riesgo de que Pedro Sánchez se eternice.
Pedro Sánchez. | EFE

El mutis por el foro de Pablo Casado es una escena menos espectacular y morbosa que la despedida de Mariano Rajoy en el reservado de un restaurante del barrio de Salamanca. Rajoy consumió la tarde de su moción de censura tomando whisky en la agradable compañía de María Dolores de Cospedal, Fátima Báñez y Dolors Montserrat, entre otras personas. Mientras tanto, a Soraya Sáenz de Santamaría le tocaba representar a un Gobierno en descomposición en el Congreso de los Diputados. Fue el momento bolsonaro, el escaño de un presidente convertido en mueble auxiliar para dejar el bolso.

Aquello fue el crimen perfecto de Pedro Sánchez, que tras segar decenas de cabezas en su propio partido asaltó el poder al puro abordaje. La ferocidad de la maniobra le dejó la secuela del bruxismo constante. El pecado capital de Rajoy fue la pereza. Después cayó Albert Rivera. Y cayó con estrépito, de 57 a 10 diputados en las elecciones repetidas de Pedro Sánchez. Fue por soberbia. Más tarde desapareció de plano Pablo Iglesias, pero esa pieza es de Isabel Díaz Ayuso, que lo barrió del mapa. A Iglesias, macho alfa de Unidas Podemos, le pudo la ira, que le indujo a un error sobre el alcance de sus fuerzas. Pensó que la Comunidad de Madrid era una plaza de segunda y el resultado no fue puerta grande sino enfermería. Al último en abandonar el escenario, Pablo Casado, le corroía la envidia. Y si el diputado Casero llega a votar con su partido, la que también estaría ya en la historia sería Yolanda Díaz, a la que Sánchez le habría endosado sin pestañear el fracaso de la contrarreforma laboral.

Es como si el presidente del Gobierno tuviera la baraka que se atribuyó a Franco en los principales hitos de su vida, esa especie de suerte que allana el sendero hacia la cima de aquellos tocados por la potra. Que se prepare quien tome las riendas del PP. Primero, porque en ese partido hay más conjuras que en un cónclave del Vaticano. Y en segundo lugar porque le tocará enfrentarse a Pedro Sánchez, que sale a líder de la oposición por temporada. Salvo sorpresa mayúscula, entre quienes cabalmente pueden optar a la presidencia del PP no hay nadie con escaño de diputado, por lo que la bandera de la oposición en el Congreso será para el líder de Vox, Santiago Abascal. Es una oportunidad no exenta de riesgos. Ante Vox se abre la perspectiva de un sustantivo crecimiento simbólico, mientras el PP se busca a sí mismo en un proceso inevitablemente traumático.

Cotiza al alza el riesgo de que Pedro Sánchez se eternice.

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