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Pablo Planas

Si hubiera justicia y cine español

Lo del cine es menos grave, más previsible, pero igual de delirante.

Este fin de semana han acaecido en España dos fenómenos verdaderamente extraordinarios, como si el cometa Halley hubiera cambiado de trayectoria y a Júpiter le hubiera dado por gravitar sobre Plutón. De la comparecencia ante el juez de la infanta Cristina y la gala de los Goya cabría deducir que en este país hay justicia y cine español. Ninguna de las dos cosas existe como tal, pero eso es lo de menos cuando se está de resaca.

Que la infanta haya declarado ante el juez Castro va a resultar el colmo de la justicia universal, el acabose del igualitarismo, el no va más de la transparencia y la renuncia a los privilegios. A primera vista, cualquiera tendería a ponerse a favor de una mujer que ha de soportar un interrogatario de más de seis horas en presencia de cuarenta desconocidos por culpa del bigardo de su marido. Pero es ver a Miquel Roca decir que con eso se ha demostrado que la justicia es igual para todos, que no hay privilegios, y se rompe el encanto del cuento. ¿Que la justicia es igual para todos? Sí, claro, y hasta el rabo todo es toro. Es lo que dicen los preferentistas, los desahuciados y todas las víctimas, que la justicia es ciega, igual para todos, lo mismo con un abogado de oficio que con el fiscal a favor.

El truco está en darle la mano hasta al guarda jurado y en sonreír al tendido, al entrar y al salir, principio y final de una teleserie que ya está en marcha, El paseíllo de Cristina B., un estreno entre Sálvame y Salvados. Pero la justicia no sólo es interrogar a una infanta en sábado, por mucho que el socialista Eduardo Madina se felicite por que Cristina note un guisante en el colchón y haya quedado demostrado, en teoría, el principio de que la justicia es igual para todos. ¡Y una leche!

Como con Roca, se nota el engaño desde el momento en que un político habla de justicia. Tiene cuajo, ellos que nombran a los jueces, mandan a los fiscales y disfrutan del aforamiento, un privilegio de naturaleza feudal. ¿Igual para todos? ¿La justicia? Pues denuncie usted a un político.

Lo del cine es menos grave, más previsible, pero igual de delirante. Cine español. El asombroso mundo de las combinaciones imposibles, las comparaciones odiosas, los anacolutos y el oxímoron. Cine español. Intenten pronunciar esa palabras sin que les dé la risa. El presidente de la Academia, Enrique González Macho, dijo que hacer cine en España es un "acto heróico". Desde luego. No hay más que ver la gala de los Goya para atisbar la presencia de un monumental agujero negro que succiona y destruye cualquier conato no ya de creatividad sino de vida inteligente. Justicia y cine español. Venga ya.

A lo primero no se habría de recurrir si la Familia Real tuviera un régimen de incompatibilidades acorde a los privilegios de que disfruta, tampoco demasiado severo, lo que se exige a cualquier contribuyente. En cuanto al cine español, se parece a la justicia en que es de chiste. Y ya ni eso.

En España

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