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Pedro de Tena

España se llena de víctimas

España se está llenando de víctimas que podrían no haberlo sido de contarse con una gestión medio normal de una desgracia como la que sufrimos.

Muchos todavía no tienen clara la diferencia entre víctimas y verdugos. De hecho, hay quien considera que si el asesinado es una víctima, el asesino es asimismo víctima de circunstancias que lo conducen al crimen. Pero para el sentir común y la justicia, y resumiendo,  una víctima es quien sufre un daño innecesario o evitable y un verdugo es quien lo causa por crueldad o negligencia. Por ejemplo, Alberto Jiménez Becerril y Ascensión García Ortiz fueron víctimas ejecutadas por los asesinos y verdugos de ETA Mikel Azurmendi Peñagaricano y Maite Pedrosa Barrenechea, que acaban de ser favorecidos por el gobierno de Pedro Sánchez con un acercamiento a sus domicilios de origen. Ya saben, los votos de Bildu tienen que pagarse.

Desde el siglo XIX, con sus guerras, la de la Independencia y las políticas, España se fue llenando de víctimas. La Guerra Civil pareció colmar la urna funeraria nacional pero no. Luego apareció el terrorismo etarra sumando asesinatos y después, el terrorismo sin nombre aún del 11-M, podría haber cerrado la suma hasta que llegó la pandemia de Covid 19 que ha vuelto a llenar nuestro cementerio nacional con nuevas víctimas. 60.000 mortales según el gobierno y 80.000 según los datos más creíbles. Unánse a los más de 2,7 millones de contagiados, de los que un grupo notable se unirá a los fallecidos. No diremos que todas ellas hayan sido víctimas que han sufrido un daño innecesario o evitable, pero sí decimos que la pésima e irresponsable gestión de la pandemia por parte de un gobierno de 17 regiones y “8 naciones”, no un gobierno de España, ha hecho que muchos de ellos puedan considerarse víctimas.

Ahora deben agregarse las originadas por la vacunalipsis now que estamos padeciendo con estupor cuando ni siquiera las máximas autoridades europeas, de desprestigio en desprestigio,  saben qué dicen los contratos que firman y la fuerza legal que tienen sobre las industrias farmacéuticas. Si a ello le unimos la distribución opaca y politizada por los intereses electorales de las vacunas disponibles, constatamos que hay regiones que ya no tienen, otras que van camino de no poder poner la segunda dosis y hemos tenido que tomar vergonzosa nota de que hay autoridades que se han vacunado por la cara sin importarles un pepino el derecho de otros ni la ley. Todo se va llenando de víctimas, de españoles que sufren daños innecesarios o evitables si la gestión hubiese sido otra.

Y ahora, vayamos a las víctimas no sanitarias, la cara oculta de la pandemia vírica que es la crisis económica y social derivada del cese de las actividades productivas. Salvo los pensionistas, casi 9 millones,  los funcionarios, entre los que debemos contar a todos los políticos con sueldo, más de 3 millones y los grandes y medianos empresarios que pueden hacer recaer los costos de sus pérdidas sobre los demás, asalariados o accionistas, el resto de los ciudadanos tienen papeletas para ser víctimas de la pandemia social. El caso de los autónomos, la hostelería y otros negocios es claramente agónica y muchos pequeños empresarios y asalariados verán cómo el coste de la tragedia se ceba, antes o después en ellos. El cuarto trimestre de 2019 según la Encuesta de la Población Activa la tasa de paro se situaba en el 13,78%. Un año después, en el 16,54 %, con más de medio millón de personas más a pesar de las contrataciones oficiales a que ha dado paso la pandemia. Y sin contar, oígase, los más de 800.000 trabajadores acogidos a un ERTE.

O sea, España se está llenando de víctimas que podrían no haberlo sido de contarse con una gestión gubernamental medio normal de una desgracia como la que sufrimos. Sin embargo, a pesar de habernos negado un tiempo el uso de mascarillas, de consentir contagios masivos, de impedir un tratamiento nacional de la enfermedad, de haber dicho una cosa y la contraria decenas de veces desorientando a todo el mundo y otras lindezas, faltaba la última: la fuga del disfrutador ministro de Sanidad en el peor momento de la plaga poniendo por encima de todo los intereses del PSOE. Cuando las encuestas siguen dando la victoria a este socialismo sectario y antinacional, cae uno en la perplejidad. No cabe duda de que tenemos lo que nos merecemos y votamos. 

Y allá lejos, en Davos, el pasado 25 de enero, el gran dictador comunista chino, si no se remedia pronto nuestro gran timonel, Xi Jinping, cantaba las virtudes de la autoridad mundial, con China en el puente de mando, sobre las naciones y no se refería siquiera a su responsabilidad por la extensión mundial del contagio del Covid 19. “Hasta ahora, China ha brindado asistencia a más de 150 países y 13 organizaciones internacionales, envió 36 equipos de expertos médicos a países necesitados, y mantuvo su firme apoyo y participación activa en la cooperación internacional sobre las vacunas COVID”, dijo. Y decimos: “El señor don Juan de Robres/hizo este santo hospital/, pero antes hizo a los pobres”.

O sea, si seguimos siendo una nación sin norte en una Europa sin cabeza y seguimos votando lo que votamos, seguiremos apilando víctimas.
 

En España

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