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Pedro de Tena

Griñán, Susana y la gente

Lo del "sufrimiento de la gente" de la burócrata sucesiva del PSOE sevillano y andaluza, Susana Díaz, es casi insuperable.

Lo del "sufrimiento de la gente" de la burócrata sucesiva del PSOE sevillano y andaluza, Susana Díaz, es casi insuperable. Ya no se trata del "sufrimiento de la clase obrera" o del "sufrimiento del pueblo" o del "sufrimiento de los pobres". Se trata de la gente. ¿Y quién es la gente, sobre todo, suponemos, la gente andaluza? ¿El conjunto de ciudadanos que soporta el sufrimiento de diez puntos más de paro que la media nacional desde 1982? ¿El conjunto de ciudadanos que resiste el dolor de disponer de un PIB, una renta familiar media, unos salarios, unas pensiones, incluso un seguro de desempleo de los más bajos de España? ¿El conjunto de ciudadanos que aguanta el desgarro de vivir con la peor educación de España y de Europa y un servicio sanitario deteriorado? ¿El conjunto de ciudadanos consternados por ver cómo casi todas las cajas de ahorro, más de la mitad del sistema financiero andaluz, ha desaparecido casi sin dejar rastro y sin ninguna investigación por lo ocurrido? ¿El conjunto de ciudadanos desconsolados por no haber dispuesto de alternancia política democrática desde hace 33 años? ¿El conjunto de ciudadanos apesadumbrados por el espectáculo de los grandes fraudes perpetrados en Andalucía? Claro, claro, pero todo esto, responsabilidad del PSOE desde hace dos generaciones, no es tal: o es culpa del franquismo, de la derecha y de Rajoy (ahora), o no es sufrimiento sino segunda o tercera modernización, o quienes lo sufren no son gente, esa gente imaginaria que proclaman las neuronas de la señora Díaz. Como cuando habla de pueblo, gente (o pueblo) no es el conjunto de todos los ciudadanos, sino sólo aquellos que su PSOE selecciona como tales.

La importancia que la gente tiene para el PSOE andaluz y para sus gerifaltes la ha evidenciado la declaración del patético José Antonio Griñán ante el Tribunal Supremo. Algunos ya pronosticamos que el problema de este hombre, su incontrolable soberbia (inexplicable para muchos), nos daría que hablar tras su paso por la Justicia. Y así ha sido. Cuando dimitió de su cargo de presidente de la Junta de Andalucía y de sus cargos en el PSOE andaluz, Griñán dijo que lo hacía por razones familiares y personales. Pero ante al alto Tribunal dijo que lo hizo por no hacer daño a su partido y a la Junta de Andalucía (esto es, al gobierno de su partido más Izquierda Unida entonces). Si le hubiera importado un poco el sufrimiento de la gente andaluza, cuya imagen aparece en Europa carcomida por la corrupción, se habría sentado frente a una cámara de su (de ellos) Canal Sur y le hubiera explicado a la gente el gran fraude de los ERE y cómo, asumiendo la responsabilidad política que le correspondía, dimitía de todos sus cargos. Pero no. No lo hizo. Simuló, ocultó, mintió y echó tierra encima de lo que él sabía ya que era un borrón sin cuenta nueva en la gestión del Partido Socialista en Andalucía. Un gran fraude a lo largo de diez años que implica necesariamente, lo quiera o no, un gran plan.

Pero hay más. La farsa fue especialmente grave porque desveló el sectarismo arraigado en el corazón de este PSOE que divide el mundo entre los demás, los malos, y ellos, los mejores, los guardianes del cielo en la tierra. Griñán fue designado senador a raíz de su dimisión, con lo que conseguía un nuevo aforamiento. Para él, se trataba de no perjudicar al PSOE andaluz ni a la Junta, esto es, a los suyos. Pero ¿qué hay del perjuicio causado a las Cortes Generales, a la política como dedicación y a los españoles? Quiá, esos todos no son gente.

Tampoco Susana Díaz, que fue la intrusa designada para oscurecer del todo la operación, tuvo la decencia de explicar a los andaluces los verdaderos motivos de la dimisión de Griñán, porque hay que suponer que los conocía con precisión y detalle. De hecho, desde el principio nos aliñó su faena con la "implacabilidad" que prometía contra la corrupción. Susana Díaz fue cómplice de la infame estrategia de fingimiento de la cúpula socialista ante la gente andaluza, a la que nadie explicó nunca nada de los verdaderos motivos de la esperpéntica fuga de Griñán. Es decir, Susana Díaz, como Griñán, simuló, ocultó, mintió y echó tierra encima de lo que ya sabía era un gran fraude. Lo del "sufrimiento de la gente" debe de referirse al desconsuelo de los miles de suyos que quedarían sin empleo en caso de no ser investida como presidenta para perpetuar este régimen sin escrúpulos.

Conocido esto, a ver quién es el guapo, o la guapa, que se atreve a sostener esta cloaca en vez de proponerse un pacto de gobierno por la democracia, el desarrollo y la regeneración institucional de Andalucía. Claro que para eso habría que tener decencia, valor y respeto por la gente, por la andaluza y por la española. Improbable, pues.

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