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Santiago Navajas

Sin caretas

Los estadounidenses, sobre todo al parecer los de izquierdas, siguen creyendo que el resto de América es su colonia.

Los estadounidenses, sobre todo al parecer los de izquierdas, siguen creyendo que el resto de América es su colonia.
Gabriel Boric. | EFE

Cinco congresistas del Partido Demócrata de Estados Unidos pidieron por carta a los dirigentes de Facebook, Twitter y TikTok que censurasen la campaña contra el proyecto de Constitución en Chile. Según estos políticos de izquierdas, la campaña por el Rechazo está plagada de bulos, desinformación, e incluso discurso de odio contra un proyecto constitucional que, según ellos, es un prodigio en cuanto a la paridad de género, autodeterminación indígena, lucha contra el cambio climático y demás mantras y dogmas de la izquierda progre. Si no estás de acuerdo con este proyecto constitucional, impulsado por el presidente de extrema izquierda, Gabriel Boric, es que eres poco menos que un pinochetista.

No debiéramos de extrañarnos de que el Partido Demócrata esté tan volcado en la censura política y la inquisición moral que lo hagan a calzón quitado, de manera explícita y en una carta abierta a empresas de redes sociales que, por su propia esencia legal, no pueden filtrar contenido por su orientación política. Pero, en primer lugar, están acostumbrados en el Partido Demócrata y medios afines a manipular las elecciones, como se vio en el cancelamiento de su cuenta en Twitter al New York Post, el único periódico de los más relevantes que informaba sobre los escándalos concernientes al hijo de Joe Biden. Recientemente, el jefazo de Facebook, Mark Zuckerberg, detallaba a Joe Rogan en su programa de entrevistas cómo había sido presionado por el FBI para censurar durante las elecciones la información sobre Hunter Biden.

"El trasfondo aquí es que el FBI vino a nosotros y nos dijo, 'Oye, solo para que sepas, deberías estar en alerta máxima'". Simplemente pensamos: Oye, mira, si el FBI, que todavía veo como una institución legítima en este país, viene a nosotros y nos dicen que tenemos que estar en guardia sobre algo, entonces hay tomar eso en serio".

Recordemos que Joe Rogan sufrió en sus carnes una campaña para cancelar su podcast en Spotify por parte de Neil Young, un cantante que presume de izquierdista.

Por otra parte, los congresistas izquierdistas norteamericanos revelan, además de su ánimo censor, su talante colonial y su sesgo racista. Al igual que Bernie Sanders, el cual también se ha manifestado a favor del proyecto ultraizquierdista de Constitución. ¿Qué hace un político extranjero interfiriendo en un proceso de otro país? Resulta que en Estados Unidos vive la principal comunidad de chilenos en el exterior, seguida por España. Sería un escándalo si un político español de derechas, por ejemplo, se manifestase contra el proyecto constitucional chileno. Pero los estadounidenses, sobre todo al parecer los de izquierdas, siguen creyendo que el resto de América es su colonia. En particular los sudamericanos, sus títeres a los que pueden imponer gobiernos y dictar constituciones. Acaso confunden a Chile con Puerto Rico, del mismo modo que muchos creen que España linda con México.

En realidad, el proyecto constitucional propuesto en Chile es un absurdo elefantiásico (388 artículos frente a los 169 artículos de la Constitución española y los todavía mejores, por limitados, 146 de la alemana) que confunde lo que debiera ser un pacto básico de convivencia política entre chilenos de múltiples tendencias con un programa político maximalista de extrema izquierda, que imposibilitaría cualquier gobierno conservador o liberal y, por tanto, supondría el final del Estado de Derecho en el país sudamericano. La campaña demagógica contra el origen pinochetista de la Constitución tiene su paralelo en los ataques de la extrema izquierda española contra nuestra Constitución porque habría sido hecha bajo la amenaza del Ejército franquista. A ningún alemán o japonés se le ocurre destruir su Constitución y embarcarse en un proyecto constitucional ex novo porque estuvo la elaboración de sus Constituciones vigiladas por las potencias aliadas tras la Segunda Guerra Mundial.

Por supuesto, los cinco congresistas norteamericanos jamás querrían para su país la Constitución que animan a votar a los chilenos para el suyo. Lo que es un síntoma tanto de su hipocresía como de su condescendencia: piensan que los hispanoamericanos no son capaces de otra cosa que repúblicas bananeras.

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