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Zoé Valdés

La eterna majomía

Cuba dejó de ser Cuba para convertirse en la finca de los Castro. Fidel representaba y representa a Cuba, hablaba y continúa hablando por ella, por todos nosotros, y sin parar

En 1957, Cuba era el tercer país de la región más importante económicamente por debajo de Brasil y Venezuela, y por encima de países como Chile y Costa Rica. El analfabetismo era de un 23,4 por ciento, comparado con México, de un 60 por ciento, era notablemente bajo; la mortalidad infantil era también de las más bajas. El periodista norteamericano Herbert Mathews escribiría: "La economía es buena y la mayoría de los obreros están satisfechos. Existen ganancias en las cosechas de azúcar, café y tabaco, también el turismo ha sido satisfactorio".

En un número del Diario de la Marina de 1958 se hace notar que la producción de reses, de ganado vacuno, iba in crescendo, que el azúcar se portaba mejor que nunca, y que los centrales trabajaban a full; el turismo se desarrollaba y hasta los grandes modistos como Christian Dior elegían La Habana para inaugurar colecciones de temporada en las tiendas como El Encanto o Fin de Siglo. Los habaneros y las habaneras eran personas de gran elegancia, refinados, y gustaban estar al tanto de todo lo que ocurría tanto en Europa como en Estados Unidos.

Otra mentira divulgada a diestra y siniestra es que La Habana se desmarcaba ampliamente de las zonas rurales, y en el campo se vivía una tremebunda pobreza. Falso. Y comparado con lo que viven los campesinos cubanos hoy en día resulta vergonzoso que se sigan repitiendo esos indignantes clichés. En el día de hoy se han desalojado y reprimido a personas que viven en condiciones infrahumanas en las carreteras por las que pasará el Papa Benito XVI. No son personas que viven en sitios remotos, en parajes aislados de lo más intrincado de los campos cubanos, no, ahí, a orilla de la carretera se puede observar el desastre. En lugar de facilitarles casas, viviendas adecuadas a esas mujeres, niños, ancianos, enfermos, se les ha desalojado violentamente, les destruyen los bajareques construidos con viejas maderas, y los detienen o desaparecen; vaya usted a saber dónde los meten. Tal vez en albergues donde las condiciones de vida son horrendas, violentas, promiscuas.

Cuba era, en fin, un país en vías de desarrollo. Y ese potencial cesó, fue cercenado de un tajo, cuando llegó el Comandante y mandó a parar, tal como dice la canción de Carlos Puebla, un excelso bolerista que se vistió de verde olivo y cambió los boleros por los himnos patrioteros. Sí, se acabó la diversión, la gran perla de las Antillas dejó de ser un país en vías de desarrollo para convertirse en un país subdesarrollado. No es lo mismo ni se escribe igual.

Más de medio siglo más tarde los Castro han arruinado la economía y la sociedad. Cuba dejó de ser Cuba para convertirse en la finca de los Castro. Castro representaba y representa a Cuba, hablaba y continúa hablando por ella, por todos nosotros, y sin parar. En la reciente presentación de su libro, el viejo cáncamo habló durante seis horas y media. Hablar es mucho decir, entre cancaneo y cancaneo, patinazos de la memoria, y la dentadura bailándole la suiza en las encías, intentó colocar dos o tres coherencias. El resto fue mentiras, acusaciones, corcoveos de caballo viejo y enfermo; en resumen: el pantallazo de siempre. Posteriormente se reunió con intelectuales extranjeros invitados a la Feria del Libro de La Habana que acaba de inaugurarse e hizo lo mismo, pero esta vez conversó o monologó durante nueve horas y media. Sí, todavía algunos continúan oyéndole las sandeces, extasiados o atónitos. El hecho es que Cuba sigue siendo él, ellos, los Castro, la familia, la mafia castrista.

Algunos empresarios y pensadores del exilio proponen soluciones, vías, para salir de la inercia. Se quitan el verde olivo para vestirse de verde olvido. El empresario Carlos Saladrigas, un católico socialdemócrata (ya me dirán de esa mezcla oportunista), y que constantemente se cuela en diarios como El País, y cuela a los suyos en ese diario, es partidario de hacer de Cuba una especie de Singapur. O sea que la ideología y el sistema castristas imperen, que los ciudadanos se contenten con lo elemental, y que las faltas de libertades y de democracia sigan controlando a la población perseculum perseculorum. Otros proponen que Cuba devenga Taiwán, un islote flotante, bastante capitalista –en el estilo del reacio salvaje-, pero rodeada y asediada por el peligro de la China comunista. Lo que resulta curioso es que a nadie o a muy pocos se les ocurra que Cuba sea como fue la propia Cuba en el año 1957, un modelo ejemplar para muchos, incluidos algunos europeos.

Existe un proyecto, escrito por el Dr. Rafael Díaz-Balart, titulado La Rosa Blanca, que es uno de los mejores y más completos proyectos para una Cuba futura. Ese proyecto surgió de la experiencia de un cubano, que conoció la Cuba de antes y que vivió en el exilio hasta su muerte. Sus hijos han devenidos políticos de brillantes carreras en Estados Unidos. Decía él que la carrera política de sus hijos había sido su obra mayor. Pero creo que su obra mayor todavía está esperando por ser realizada.

Resulta además de curioso, hasta gracioso, que a estos cubanos –algunos bastante vinculados con el diseño del Raulismo Light- no se les ocurra que el futuro de Cuba pudiera ser el modelo del exitoso exilio cubano en Miami, o del resto de Estados Unidos y del mundo. Al parecer a algunos les conviene que Cuba siga siendo castrista, bajo no sabemos todavía qué clase de promesas o prebendas.

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