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Así es la crianza cáscara de huevo, un fenómeno cada vez más visible en las familias

Entorno imprevisible, normas cambiantes y tensión constante definen este estilo de crianza que afecta al desarrollo emocional de los niños.

Entorno imprevisible, normas cambiantes y tensión constante definen este estilo de crianza que afecta al desarrollo emocional de los niños.
Niño escondido entre cojines en un sofá. | Pexels

La llamada "crianza cáscara de huevo", un estilo de parentalidad cada vez más presente en el debate psicológico, describe un entorno familiar marcado por la volatilidad emocional. El término fue definido por la psicoterapeuta estadounidense Kim Sage, que identifica un patrón de comportamiento caracterizado por cambios de humor bruscos y respuestas imprevisibles por parte de los adultos.

Según el digital francés Aufeminin.com, estos progenitores "pueden mostrarse amorosos y permisivos en un momento y, al siguiente, adoptar una actitud colérica y autoritaria sin señales previas". La falta de estabilidad emocional en la relación con los hijos genera un clima de incertidumbre que puede influir de forma significativa en su desarrollo.

Normas que cambian

Este tipo de crianza no se basa en episodios aislados, sino en dinámicas reiteradas en las que los límites y las normas fluctúan con el estado anímico del adulto. En estos casos, los menores no tienen referencias claras sobre qué conducta será aceptada o rechazada. La inconsistencia dificulta la creación de un marco estable para comprender las consecuencias de sus actos.

Además, en algunos casos, se produce una inversión de roles. Los hijos pasan a asumir funciones de apoyo emocional que no les corresponden. La terapeuta familiar Natalie Moore, citada por Parents.com, señala que este tipo de comportamientos puede estar relacionado con experiencias emocionales no resueltas o con determinados trastornos de la personalidad.

Conductas de adaptación

El entorno descrito por la "crianza cáscara de huevo" lleva a muchos menores a adoptar actitudes de hipervigilancia. La atención constante a las reacciones del adulto se convierte en un mecanismo de prevención del conflicto. Este tipo de adaptación, según la psicóloga Noelle Santorelli, puede prolongarse en el tiempo y reflejarse en la edad adulta a través de patrones de autosacrificio o dificultad para priorizar necesidades propias.

Algunas personas criadas bajo este modelo desarrollan reservas frente al vínculo afectivo, con relaciones marcadas por la cautela o la necesidad de evitar el conflicto. Estas formas de relación suelen nacer de aprendizajes tempranos en contextos donde la respuesta emocional del entorno resultaba incierta.

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