
Esconder una golosina bajo una manta, enterrar un hueso en el jardín o esconder un juguete detrás del sofá es un comportamiento habitual en muchos perros domésticos. Aunque a simple vista pueda parecer una manía extraña o una señal de ansiedad, una experta en comportamiento animal explica que se trata de un instinto heredado de sus antepasados salvajes y no de una preocupación real por la falta de alimento.
Un comportamiento con raíces evolutivas
La investigadora Mia Cobb, del Centro de Ciencias del Bienestar Animal de la Universidad de Melbourne, explica en un artículo publicado en The Conversation que este hábito responde a un mecanismo conocido como "caching" o almacenamiento de alimentos. Se trata de una estrategia ampliamente extendida en el reino animal, presente en especies como ardillas, cuervos, zorros y lobos.
Este comportamiento consiste en guardar comida u objetos valiosos en lugares ocultos para utilizarlos más adelante. En el caso de los perros, es un vestigio de los patrones de alimentación de sus ancestros, para quienes conseguir comida era impredecible y competitivo.
Dos formas de almacenar comida
Según detalla la experta, el almacenamiento en caché se divide generalmente en dos tipos. El primero es la acumulación de despensa, típica de animales como las ardillas, que concentran grandes cantidades de alimento en uno o dos lugares para consumirlas durante periodos largos.
El segundo tipo es el acaparamiento disperso, que consiste en esconder pequeñas cantidades de comida en distintos puntos. Esta estrategia reduce el riesgo de perder todo el alimento ante la competencia y es característica de cánidos salvajes como lobos y zorros, un comportamiento que todavía se observa en los perros domésticos.
No es miedo a quedarse sin comida
Cobb aclara que, cuando un perro esconde comida o juguetes, no está anticipando que dejará de ser alimentado ni teme una escasez futura. "Este comportamiento se debe a un mecanismo de supervivencia heredado", explica, y no debe interpretarse como una señal de ansiedad por hambre.
No obstante, la investigadora señala que algunos perros pueden mostrar este comportamiento con mayor intensidad. Es el caso de aquellos que han vivido situaciones de estrés o escasez, como perros que han sido callejeros, o de razas seleccionadas por comportamientos de caza, como terriers y perros de caza.
Memoria y olfato en acción
Los perros utilizan una combinación de memoria olfativa y espacial para recordar dónde han escondido objetos importantes. Por eso, pueden volver con precisión a lugares donde enterraron una golosina o escondieron un juguete horas o incluso días antes.
Este uso del olfato y la observación forma parte de un repertorio conductual normal que sigue presente pese a la domesticación y a la disponibilidad constante de comida en muchos hogares.
¿Debe preocuparnos este comportamiento?
Según la experta, esconder objetos no es un problema en sí mismo. A menudo, los comportamientos que los humanos perciben como molestos —como cavar, ladrar o esconder cosas— son conductas normales del perro que simplemente no encajan con la vida doméstica.
Cobb subraya la importancia de ofrecer a los perros oportunidades adecuadas para expresar sus comportamientos naturales, como actividad física diaria, interacción social y estimulación mental.
Cómo canalizar este instinto en casa
Entre las recomendaciones prácticas, la investigadora destaca el uso de alfombras olfativas y juguetes interactivos de alimentación lenta, que permiten esconder comida o premios y fomentan la resolución de problemas. Estos recursos ayudan a reducir el aburrimiento y pueden disminuir conductas como cavar en el jardín.
En hogares con varios perros, también aconseja evitar la competencia por los recursos, proporcionando más juguetes que animales y estableciendo zonas separadas para la comida si es necesario.
Si el comportamiento va acompañado de gruñidos o defensa agresiva de la comida, conocida como protección de recursos, la experta recomienda consultar con un veterinario o un profesional especializado en comportamiento animal.


