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Así funcionaba la secta del Tío Toni: del visionado de porno en familia al sexo curativo con niños y adultos

Su gurú, el autoproclamado "enviado de Dios", decía que podía "sanar" enfermedades como el cáncer con sus rituales sexuales.

Su gurú, el autoproclamado "enviado de Dios", decía que podía "sanar" enfermedades como el cáncer con sus rituales sexuales.
Vista aérea de La Chaparra, masía de la secta del Tío Toni. | Europa Press

El gurú conocido como Tío Toni, que falleció en prisión poco después de su detención en 2022, decía que era "el enviado de Dios". Tanto es así que aseguraba que podía "sanar" enfermedades como el cáncer con los "rituales" —de carácter sexual, aunque les daba una apariencia holística— que él realizaba a los miembros de su comunidad, fuesen niños o adultos. Según han relatado algunas de las víctimas de la secta en el juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de Castellón contra seis de sus integrantes, por abuso sexual continuado a menores y asociación ilícita, el sexo lo invadía todo. Estaba presente en sus rutinas desde pequeños e iba cobrando importancia a medida que se iban desarrollando.

El líder del grupo "proyectaba películas pornográficas" que veían en familia, en una habitación en la que previamente había colocado las camas en el centro para que estuvieran "todos" juntos. "Niños y niñas; y también adultos, la nuera y la mujer de Antonio o mi madre", ha contado uno de los jóvenes —menor en el momento de los hechos y de 27 años en la actualidad— que se encuentra entre las víctimas. "Quería que normalizáramos las relaciones sexuales y aprendiéramos de las enfermedades que provocaban", ha añadido. También hacían "rituales purificadores" para los que era necesario que estuvieran desnudos. Uno de ellos consistía en bañarse en barro para que el Tío Toni les limpiara después.

Los abusos sexuales comenzaban en la preadolescencia. En el caso de las niñas con la primera regla, con la excusa de "limpiar sus ovarios". Una de ellas ha explicado que con 12 años el Tío Toni le introducía los dedos y vibradores en la vagina para "equilibrar su energía". Le pedía que se "dejara llevar para que hiciera más efecto". "Nos chupaba los pechos para ayudarnos a no contraer enfermedades", ha añadido. Con el tiempo, la obligaba a hacerle felaciones y mantener relaciones sexuales completas. La nuera del gurú le cogía la mano para que "estuviera tranquila" mientras él la penetraba. Muchos de los abusos eran presenciados o propiciados por otros adultos del grupo. Su propia madre —que formaba parte de la comunidad primigenia— había normalizado estas prácticas.

La mujer llegó a decirle a su hija que el gurú usaba "la maquinita (los vibradores)" para ayudarle. La participación de la madre de la víctima —como la del resto de los integrantes de la secta acusados en esta causa— habría sido fundamental para que se produjeran los encuentros sexuales del gurú con menores, según la fiscalía y las acusaciones particulares. Cabe señalar en este punto que dos de las víctimas que han denunciado los abusos son sus hijas y en la actualidad no tienen relación con ella. La mayor llegó a la comunidad cuando apenas era un bebé, pero la otra —como ocurre con otros niños nacidos en el seno de la secta— podría ser fruto de las relaciones sexuales que su madre mantenía con el Tío Toni.

Una estructura jerárquica

Todas las mujeres adultas de la secta practicaban sexo con "el enviado de Dios", unas de forma consentida por sus parejas y otras a espaldas de ellas, aprovechando algunas de las largas jornadas de trabajo que el gurú encomendaba a sus maridos. Ellas se encargaban de las tareas del hogar y el cuidado de los niños de la comunidad. Los menores se criaron en una "doctrina dogmática y totalitaria", según señala el ministerio público.

"Si rechazabas algo, te hacían la vida imposible", ha señalado una de las víctimas. Así fue hasta que en 2021, treinta años después de que el Tío Toni iniciara sus andanzas como curandero y líder espiritual, cuatro de sus víctimas denunciaran lo que ocurría en la comunidad y se iniciara una investigación que acabó con la detención del gurú y ocho de sus seguidores un año más tarde.

La masía de los horrores

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Captura de video de La Chaparra. El Periódico de Aragón.

Tuvo lugar en el último de los emplazamientos en la secta: masía La Chaparra. Una gran casa apartada del resto del mundo, lo que les permitió vivir según los preceptos de su líder —sin que nadie les molestara— durante dos décadas. Está ubicada en Vistabella del Maestrazgo, un pequeño municipio de la provincia de Castellón con menos de 400 habitantes donde en contadas ocasiones se les veía realizando alguna compra.

Los vecinos de los alrededores de la finca creían que los moradores de la masía formaban parte de una especie de comuna hippie, según contaron a los medios tras la operación de Policía Nacional, ya que eran conocedores de que entre sus muros vivían varias familias con niños que no se relacionaban con las personas del pueblo. No se podían imaginar que en aquella enorme casa rosa los menores eran abusados con el conocimiento de sus propios padres.

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