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El arte del bien morir

Parece que he conseguido engañar al resfriado haciéndole creer que me he cuidado mucho durante unas sesenta horas. De momento lo he espantado, pero las secuelas de su paso son como las de un twister, como el tornado que elevó la casa de Dorothy en Kansas hasta la Tierra de Oz. Más que destrucción, lo que queda es un montón de trabajo acumulado, sin resolver. Esta página incluida.

Tema pendiente, la muerte. Me preguntas cómo quiero morir. Quiero saber que me estoy muriendo, quiero tener tiempo para prepararme, para arreglarlo todo, para despedirme. Una muerte así suele ir unida a una enfermedad que te va minando, y eso obviamente me gustaría evitarlo, no quiero sufrir, mi umbral de resistencia al dolor es muy bajo. Pero no quiero una muerte repentina, no quiero un accidente. Ni siquiera envidio esas muertes dulces de los que cierran los ojos y ya no se despiertan. Son las menos traumáticas, pero una postura estoica me empuja a preferir otro final. En la Edad Media se editaban manuales para el bien morir, para preparar el alma para el viaje inevitable. Es lo que hacía el agente Cooper en un capítulo de Twin Peaks guiando el alma del moribundo padre de Laura Palmer (sobre esa escena escribí la letra de Hacia la Luz).

¿Cómo queremos morir? ¿Cómo queremos vivir? A veces las opciones vitales son tan extremas que la forma de vida compromete seriamente las circunstancias de la muerte, o al menos precipita su llegada. Supongo que es fácil decir que preferimos vivir tal y como elegimos aunque eso suponga un final acelerado. No sé si se pensará lo mismo cuando la salud se ve degradada y la vida recortada. Hay que ser valiente para vivir. Y para morir. Carlos Berlanga eligió vivir sin concesiones. No tuvo la muerte que decía preferir.. Cuando hablábamos del tema despreciaba mi estoicismo, él, dandy hedonista de exquisito intelecto. Él quería morir de un disparo, sin enterarse, como Kennedy, que un fan enloquecido lo liquidara, o algo parecido.

Quico Rivas, crítico de arte, la pimienta de todas las salsas, murió hace unos días, pocas horas después de celebrar con los amigos su cumpleaños y su decisión de dejar la crítica y dedicarse definitivamente a pintar. Se fue festejando, muy Quico. Hace nada estábamos en el tanatorio despidiendo a Blanca Sánchez, fue la última vez que lo vi. Te dejo aquí colgada su última obra. Y ya que a Federico le parece bien, te dejo también un cápitulo de su libro La ciudad que fue : Barcelona, años 70, que te quito de tu cajón de la mesita de noche para poder escanear. Pincha AQUÍ y lo podrás leer entero. Encarna Jiménez me recordó que Federico mencionaba a Quico varias veces en el libro. Te gustará descubrir en este capítulo un trocito de la historia que siempre te quejas de no haber vivido. Es lo que tiene ser más joven, siempre hay algo que te pierdes. Es como morirse, siempre hay algo que te pierdes.

 

Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

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