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Amando de Miguel

La polémica de las lenguas

No niego que el inglés originariamente fuera de carácter rural, descriptivo, poco adaptable al pensamiento abstracto o científico. Pero eso no es así hoy, después de que en ese idioma hayan escrito más científicos que en ningún otro.

Son varias las polémicas, siempre las mismas y nunca resueltas. Está lo del eusquera. Para Dionisio Pérez-Villar (antiguo compañero de colegio) debería decirse "vascuence", o mejor, "vascuences", pues son varios. Hasta tiempos modernos, era un idioma estrictamente oral. Por otra parte –según mi corresponsal–el nombre de Donostia es típicamente gascón, "la lengua natural e histórica de San Sebastián".

Más batallona es la polémica sobre la capacidad que tienen los distintos idiomas para hacer ciencia. Alejandro Ruiz, conocedor del inglés y del alemán, sostiene que los textos científicos en esas lenguas son "más claros, comprensibles y amenos que los equivalentes, cuando los hay, en español".

José Antonio Martínez Pons insiste en que el inglés carece de la capacidad de matizar que tienen las lenguas romances. La ciencia ha prosperado en los países de habla inglesa por razones de las sociedades respectivas, no de la lengua. Algo parecido opina José Luis Liñán, Roque Hernández y otros varios. Disiento. Cierto es que lo fundamental para hacer ciencia es que la sociedad se encuentre desarrollada, pero hay otros factores, entre ellos el lingüístico. Es evidente que la capacidad de abstraer no la tienen incorporada del mismo modo todos los idiomas. Por ejemplo, esa capacidad es alta en inglés y baja en español. Otra cosa es la literatura, que no necesita tanto abstraer como describir. Mi modesta experiencia con la Sociología me permite afirmar lo que digo. Realmente, se trata de un círculo virtuoso que enlaza la estructura de la lengua con la estructura social. En mi campo, hay conceptos esenciales que en inglés están claros y que son intraducibles al español. Por ejemplo, "interest group" en inglés no puede traducirse fácilmente por "grupo de interés". En español, una persona "interesada" es egoísta, va a lo suyo. En inglés, la persecución del interés propio no supone necesariamente ese egoísmo. Hay mil ejemplos más. Me remito a mi penúltimo libro, La magia de las palabras.

No niego que el inglés originariamente fuera de carácter rural, descriptivo, poco adaptable al pensamiento abstracto o científico. Pero eso no es así hoy, después de que en ese idioma hayan escrito más científicos que en ningún otro. Las lenguas también se transforman al compás de los desarrollos en otros aspectos de la vida. La esencia del razonamiento científico es la comparación. En el idioma español, lo de comparar está mal visto, pero es porque los españoles abominan la actitud de comparar y de generalizar. En español una cosa óptima es "incomparable". Lo de "no se puede generalizar" es el argumento típico de los tertulianos sin argumentos. Naturalmente, solo se puede generalizar cuando se compara. Al menos, esa es mi experiencia en el análisis sociológico. Espero más testimonios sobre el particular, sean científicos o literarios. Recordemos lo de Ortega y Gasset: "O se hace ciencia, o se hace literatura o se calla uno".

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