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Amando de Miguel

Lengua y eutrapelia

Supongo que el chiste, la gracia, el retruécano y otras figuras que buscan despertar la risa o la sonrisa son elementos tan antiguos como la palabra misma. En esta sección se juega muchas veces con ese lado festivo que tiene el habla.

Supongo que el chiste, la gracia, el retruécano y otras figuras que buscan despertar la risa o la sonrisa son elementos tan antiguos como la palabra misma. En esta sección se juega muchas veces con ese lado festivo que tiene el habla. El problema está en que lo que resulta gracioso para unos se toma con enfado por otros. Un libertario tan prolífico como José Antonio Martínez Pons, y tan mesurado en sus juicios, resalta "lo poco que me gustan los chistes que se hacen con el nombre o apellido de las personas". Pues lo va a pasar mal el mallorquín, pues esas gracias son continuas. Muchos nombres egregios en la Historia, como Cicerón (= Garbancito), eran apodos infamantes. Qué desgracia la de Zapatero, con un apellido que empieza por zeta, letra que sirve para componer cientos de palabras despectivas. Mi nombre, Amando, ha merecido continuas chanzas. No veo que haya uno de indisponerse por esas asociaciones festivas.

J.J. Carballal me remite un chiste que viene muy a cuento de la retórica que aquí criticamos tan a menudo. Copio:

Un político, en plena campaña, llegó a un pueblo e inició su discurso:

- ¡Compatriotas, compañeros, amigos! Nos encontramos aquí convocados, reunidos o arrejuntados, para debatir, tratar o discutir un tópico, tema o asunto trascendente, importante o de vida o muerte. El tópico, tema o asunto que hoy nos convoca, reúne o arrejunta, es mi postulación, aspiración o candidatura al Parlamento de esta nuestra Comunidad.

De pronto, una persona del público interrumpe, pide la palabra y pregunta al candidato:

- ¿Por qué utiliza usted tres palabras para decir lo mismo?

- Pues mire, caballero: la primera palabra es para las personas con un nivel cultural muy alto, como poetas, escritores, filósofos, etc. La segunda es para personas con un nivel cultural medio, como usted y la mayoría de los que están aquí hoy. Y la tercera palabra es para las personas que tienen un nivel cultural bajo, como por ejemplo, ese borracho que está allí, tirado en la esquina.

De inmediato, el borracho se levanta y le dice:

- Postulante, aspirante o candidato... ¡hip! El hecho, circunstancia o razón de que me encuentre en estado etílico, borracho o hasta el culo... ¡hip! No implica, significa o quiere decir que mi nivel cultural sea ínfimo, bajo o jodido... ¡hip! Y con todo el respeto, estima o cariño que usted se merece... ¡hip!, puede ir agrupando, reuniendo o arrejuntando... ¡hip! sus bártulos, efectos o cachivaches... ¡hip! y encaminarse, dirigirse o irse derechito a perjudicar, molestar o joder a su progenitora, a la autora de sus días o a su puta madre.

Dice don J.J. que la lengua castellana es una maravilla. Quizá todas lo sean. La sinonimia es universal, por lo menos en las lenguas literarias. Es claro que el habla está también para divertirse.

Agustín Fuentes cita una frase de la escritora norteamericana y conservadora, Ayn Rand, que nos viene de perlas en esta seccioncilla: "Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia los que trafican no con bienes sino con favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no le protegen contra ellos sino que son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en sacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada". En ese caso la comicidad es más bien crítica ácida a través de la paradoja. Creo que en Libertad Digital abundan los ejemplos de ese género.

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