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Antonio José Chinchetru

El debate e internet, una oportunidad perdida

Pocos han caído en que ha sido la ocasión perdida para que, gracias a internet, los aspirantes a la jefatura del Ejecutivo se enfrentaran a cuestiones planteadas por los ciudadanos.

El pasado lunes 7 de junio asistimos al ya tradicional debate entre los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno. Las críticas que se hicieron al "cara a cara" entre Rubalcaba y Rajoy están más que justificadas. Era un formato encorsetado y con demasiados aspectos pactados de antemano, como las cuestiones que no iban a ser tratadas. Sin embargo, pocos han caído en que ha sido la ocasión perdida para que, gracias a internet, los aspirantes a la jefatura del Ejecutivo se enfrentaran a cuestiones planteadas por los ciudadanos.

Fueron los propios partidos y el moderador del anticuado formato, Manuel Campo Vidal, los que decidieron por su cuenta cuáles son los temas que interesan, o deberían hacerlo, a los ciudadanos. Sin embargo, a estos no se les consultó. Y habría sido posible hacerlo. Desde varios días antes podría haberse abierto la posibilidad a que cualquier persona plantease cuestiones que considerara importantes. La Academia de Televisión o la Junta Electoral Central podrían haber creados perfiles y páginas en las principales redes sociales para que los españoles se dirigieran a ellos para formular sus propias preguntas a los candidatos. También se hubiera podido –puesto que hay quienes se niegan a darse de alta en Facebook, Twitter, Tuenti o similares– haber activado una dirección de correo electrónico a la que escribir con la misma intención.

Entre el e-mail y las redes sociales hubieran sido preferibles estas últimas, puesto que permiten que cualquier internauta pueda ver las propuestas de los demás, pero es sano abrir las máximas vías posibles de comunicación.

Indudablemente, no habrían podido trasladarse al debate todas las cuestiones que plantearan los ciudadanos, puesto que se habrían contado por muchas miles. Pero sí habría sido posible llevar al "cara a cara" las preguntas repetidas con mayor frecuencia. De esta manera, los candidatos habrían tenido que hacer frente a cuestiones más incómodas para ellos que las que les presentó, previo pacto, Campo Vidal. Da igual que después el vencedor hubiera seguido siendo para la mayor parte de los medios Rajoy o, por el contrario y mucho más difícil, se considerara como tal a Rubalcaba. Quien habría ganado de verdad sería el conjunto de los españoles. Y, con ellos, la democracia.

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