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Carmelo Jordá

Debacle y cambio de ciclo

No puedo terminar este artículo sin una referencia a la famosa #spanishrevolution cuya fuerza real se ha visto este domingo: ninguna. Tras una semana de portadas, hemos visto que sólo estábamos ante un circo mediático.

La jornada electoral nos deja varios puntos interesantes para en análisis político de los que el primero y más obvio es la debacle del PSOE, que ha llegado a un punto de caída que ni los más pesimistas en el partido y alrededores preveían.

Porque la derrota es total y sin paliativos: en porcentaje, en número de votos, en los feudos más significativos, en todas las batallas simbólicas... El PSOE ha perdido lo que tenía ganado y también ha caído allí donde parecía que no se podía caer más: las derrotas en Castilla-La Mancha, Extremadura o Sevilla ocupan las portadas, pero los resultados en regiones como Murcia, Cantabria, Valencia, Baleares o Madrid son escalofriantes.

Tan severo es el castigo que realmente parece claro que el PSOE de Zapatero se ha hundido definitivamente, presa de su nefasta gestión y, sobre todo, por su empecinamiento en mentir sobre la crisis hasta que la situación, hace justo un año, se demostró insostenible.

Con este resultado está claro que el cambio se ha producido y que no habrá remontada significativa. Es el Waterloo de Zapatero.

Así las cosas, en mi opinión esto no forzará las generales, por muy insostenible que parezca la situación: con una oposición que no parece que vaya a atreverse a plantear la moción de censura; con los presupuestos y las reformas garantizados por el apoyo del PNV y CC (el resultado en las islas puede ser de gran ayuda para esto); y sin candidato socialista, Zapatero se va a resistir a convocar elecciones y no tendrá problemas en aguantar... si la economía se lo permite.

Esto, por supuesto, no quiere decir que ZP no debería convocar ya; esa es otra cuestión.

Del otro lado, el PP arrasa, sí, pero no crece en voto de manera significativa, aunque sí lo hace en algunos lugares importantes: Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura... En otros baja poco (sobre todo para lo que ha pasado, como en Valencia) y hay un tercer grupo que resulta más interesante: aquellos en los que los errores políticos de Rajoy les han causado una severa derrota.

El más representativo y humillante de todos ha sido, por supuesto, Asturias, donde el PP ha desperdiciado la posibilidad de tener una gran mayoría para verse ahora obligado a mendigar consejerías a Cascos. Más allá de lo que nos parezca el que fuera vicepresidente de Aznar, este es uno de los resultados más hermosos del 22-M: la demostración de que no todo son las siglas y de que una personalidad arrolladora puede imponerse a las grandes maquinarias de los grandes partidos.

Sí, es cierto que Cascos no es un "outsider" del sistema, pero su victoria tras ser rechazado por los populares y montar un partido en unos pocos meses tiene algo de épico... y es una importante lección.

Como una lección son también los resultados en Madrid. Por supuesto, para el PSOE y para todos aquellos que confían en que las primarias son algo así como un bálsamo de Fierabrás que todo cura y que ahora ven como la efectividad electoral de un show tan publicitado como el de Gómez, es nula.

Pero también deben de ser una lección para un PP que ve cómo Gallardón tiene un retroceso muy importante (120.000 votos y un 6%) mientras Aguirre absorbe el desembarco de UPyD casi sin inmutarse. ¿Qué modelo de partido y de gestión quiere realmente la gente? Yo creo que está claro.

La última de las buenas noticias es sin duda el magnífico resultado de UPyD, no sólo en Madrid donde casi duplica sus resultados en las Generales y podría aspirar al menos a otro escaño, sino en otras muchas provincias en las que empieza a ser una fuerza significativa.

Eso y su mayor exposición mediática, ahora ya casi inevitable, pueden servir para que en próximas convocatorias la gente sí perciba al partido de Rosa Díez como un voto realmente útil. A partir de ahí y si sigue el descalabro socialista...

Y, por supuesto, la principal de las malas noticias es el éxito de Bildu, no sólo por los más de 300.000 votos que ha alcanzado (casi tantos como el PNV), lo que ya sería un dato terrible; o por el centenar largo de ayuntamientos en los que impondrá su terror; sino también por la podredumbre social que este resultado muestra: la sociedad vasca está gravemente enferma, y no porque apoyen a un partido de radicales independentistas, sino porque entre la opción ETA (Bildu) y la opción no ETA (Aralar) se ha decantado con entusiasmo por la primera: 300.000 votos frente a 30.000.

Por último, no puedo terminar este artículo sin una referencia a la famosa #spanishrevolution cuya fuerza real se ha visto este domingo: ninguna. Tras una semana de portadas, hemos visto que sólo estábamos ante un circo mediático avivado por la fascinación de la prensa por las revueltas callejeras. Hay más voto en blanco y nulo, sí, pero pretender atribuirlo a los alegres acampadores es una temeridad y, además, ¿qué efecto real tiene?

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