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Cristina Losada

El eclipse planetario de ZP

Las tinieblas, piadosas ellas, cubren el fiasco. Ni siquiera logró Zapatero la conjunción astral ansiada, pues la cumbre entre las dos estrellas del santoral progresista no llegó a celebrarse.

Fin de Año 2009. En la Puerta de Sol madrileña, al acabar las campanadas, un juego de luces notificó a los españoles, a la sazón atragantados con las uvas, la llegada de un acontecimiento histórico para el universo mundo. Así, con esos bemoles sostenidos, había definido Leire Pajín el hecho puramente rutinario, aburridamente burocrático, de que el amado líder socialista fuera a ocupar la presidencia de la UE durante un semestre. La carga ideológica del prosaico asunto venía por la coincidencia de dos "liderazgos progresistas" a ambos lados del charco. Aquí, Rodríguez y allá, Obama, versión masculina y transatlántica de "Tú a Boston y yo a California". Lástima que al término del prodigioso episodio sólo podamos decir, y siendo benévolos, que se trató de un eclipse.

De aquellas luces y aquellos humos ha quedado tan poquita cosa, que la mitad de los españoles desconoce quién presidió la UE durante los seis meses pasados. Tanta publicidad y tanta pose, para nada. Lo que nos hubiéramos ahorrado. Para empezar, el bochorno. El que sobreviene cuando se repasan los grandiosos objetivos con los que ZP quiso adornar su paso. Desde una nueva política económica "con mayúsculas" y el famoso modelo "sostenible", hasta la creación de más y mejores puestos de trabajo. Todo aquello en lo que aquí cosecha fracasos notorios. Se tomaron a risa en la prensa europea que Zapatero fuera a asesorar sobre la recuperación económica. Qué escépticos, qué cenizos, qué poco sensibles a los liderazgos progres.

Las tinieblas, piadosas ellas, cubren el fiasco. Ni siquiera logró Zapatero la conjunción astral ansiada, pues la cumbre entre las dos estrellas del santoral progresista no llegó a celebrarse. Pero es norma de la casa que los resultados nunca han de evaluarse a la luz de los propósitos. Como es también regla estricta que los propósitos no deben revisarse en función de los resultados. Así, expulsada la realidad de la política, el socialismo carpetovetónico puede seguir haciendo lo único que sabe: dar lecciones. Y darlas, justamente, cuando más necesita recibirlas. Zapatero fue a instruir a Europa desde la superioridad que gastan los ungidos. Los europeos, con buen criterio, no le hicieron caso y los españoles, a quienes iba destinada la fanfarria, no se han enterado. El eclipse planetario de ZP ha sido histórico.

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