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David Jiménez Torres

Todos los caballeros solteros

Mientras las chicas solteras bailan, los hombres solteros sienten su cuerpo entero como una puñalada en el costado del universo, una herida por la que el mundo sangra.

Todos sabemos cuál será la canción de este San Valentín en todas las discotecas: el All the single ladies (Todas las damas solteras) de Beyoncé. Es una canción popera y bailable sobre una chica que tras haber roto con el novio, ha decidido ponerse sus vaqueros más prietos y salir a pasárselo bien bailando con sus amigas. Mientras las parejas estén haciendo cenitas románticas y regalándose tostadoras en forma de corazón o estupideces parecidas, las chicas solteras saldrán a bailar el himno de Bayoncé con sus amigas, mientras desde las pantallas las espolea esa diosa de ébano con mallas. Saldrán a reivindicar de forma sana y alegre la soltería femenina, sobre todo cuanto es recién estrenada. Entonarán a coro el verso que dice "If you liked it then you should’ve put a ring on it" (Si te gustaba, haberle dado un anillo), y así reivindicarán su dignidad, bailando y cantando el "oh, oh, oh"...

Las chicas solteras saben reivindicarse bastante bien. Todos los años el periódico de mi antigua universidad sacaba un número especial el día de San Valentín, en el que se podía contar con una o dos columnas de chicas que celebraban la soltería femenina: no era lo peor del mundo, insistían, al contrario, era algo dignísimo. Resultaba interesante porque siempre se reivindicaban como grupo; no eran las Sabinadas tipo "esta noche estrena libertad un preso", que siempre parecen hechas en clave individual. No, en esos artículos la referencia última siempre era a la coalición femenina de Sexo en Nueva York, al giro positivo que esas cuatro amigas sabían darle juntas a su condición de chicas solteras. Yo qué sé, cosas de americanas. Pero siempre me preguntaba: "¿y los chicos? ¿Nadie siente la necesidad de reivindicar la soltería masculina? ¿De intentar darle algún giro de positividad?". Por ejemplo, hace unas semanas publicaba Gina Montaner en El Mundo un artículo sobre el marido de Ingrid Betancourt, el hombre que tras organizar vigilias por su secuestrada esposa, tras esperar pacientemente cual Penélope masculino, fue a recibirla al aeropuerto y, delante de las cámaras de todo el país, no cosechó más que un frío beso en la mejilla. Pronto las manos que tanto habían ansiado posarse sobre el cuerpo amado no sujetaban más que los papeles del divorcio. ¿No hay ninguna canción que reivindique a gente como este pobre hombre?

Difícil dignidad, la del hombre que estrena dolida soltería. Los vividores a lo Casavella o los Pereza de "Princesas" no han borrado el tópico de que la dignidad masculina se recupera solamente clavado en un bar, apurando litros de whisky neat y dándole la tabarra al camarero. Las mujeres parecen haber dado el salto a las prácticas positivas de ir al gimnasio, comer sano y luego salir a bailar con las amigas; los hombres todavía no. Donde las chicas tienen a Beyoncé en mallas, los chicos todavía tienen a Humphrey Bogart con la pajarita desanudada, llenando con dificultad otra copa y gritándole a Sam: "¡he dicho que la toques!".

Difícil dignidad que se vuelve más difícil aún cuando nos damos cuenta de que los tiempos han cambiado, y que el alcoholismo no queda tan elegante en el 3D de Avatar como lo hacía en el blanco y negro. Todos constatamos que un hombre solo y beodo en un bar resulta ahora triste, en un sentido estrictamente peyorativo. Y eso los que lo intentan. Porque no todos pueden ser Sabina, por muy mal que estén. La mayoría sienten demasiado bien lo del "regresé a la maldición del cajón sin su ropa", pero "la perdición de los bares de copas" sólo la aguantan hasta la una, las "cenicientas de saldo y esquina" les dan algo de corte, y del casino de Torrelodones no los pueden echar porque nunca lo han pisado. En vez de eso, esa mayoría de pobres diablos se resigna a tumbarse en una cama demasiado grande a intentar dormir. Mientras las chicas solteras bailan, ellos sienten su cuerpo entero como una puñalada en el costado del universo, una herida por la que el mundo sangra.

Así que, repito: ¿no habrá nadie que les haga una canción a estos hombres?

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