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EDITORIAL

El rescate y la campaña

No cabe duda de que uno de los mayores problemas a los que se enfrentará el próximo presidente de los Estados Unidos será la crisis financiera. Y ninguno de los dos candidatos está especialmente preparado para afrontarla.

No cabe duda de que uno de los mayores problemas a los que se enfrentará el próximo presidente de los Estados Unidos será la crisis financiera. Y ninguno de los dos candidatos está especialmente preparado para afrontarla.

McCain ha reconocido en más de una ocasión que nunca ha sido un asunto al que haya dedicado sus esfuerzos en el Senado, donde se ha centrado más en asuntos como la política exterior y la lucha por una mayor transparencia en el uso del dinero del contribuyente, tanto en la financiación de las campañas como en lo que se llama pork, que no es más que el reparto de los fondos públicos entre los legisladores para financiar proyectos en los distritos donde han sido elegidos. Obama, por su parte, ha dedicado su vida más a construir su biografía que a obtener logros políticos significativos, de modo que no se le conoce experiencia alguna en ese terreno, como en ningún otro, por otra parte.

Sin embargo, durante la rápida aceleración de la crisis financiera de las dos últimas semanas, donde se han acumulado las noticias de quiebras, adquisiciones y rescates que se esperaba que se prolongaran durante meses, Obama ha mostrado su capacidad populista para culpar de todo a Bush, al capitalismo y a la desregulación, como si el mercado financiero no fuera el más densamente regulado del mundo. Esto, y el hecho de que el actual presidente sea republicano, le ha permitido remontar en las encuestas y volver a ponerse por delante.

Lo sucedido en los últimos días, sin embargo, podría volver a darle la vuelta a una tortilla que no cesa de girar desde agosto. McCain decidió hacer un paréntesis en su campaña para colaborar en el acuerdo que finalmente ha cristalizado entre republicanos y demócratas para reformar el plan de rescate de Paulson. Pese a ser ambos senadores, el candidato de la derecha tiene un largo historial de forjar consensos bipartidista, y al contrario que Obama su participación en las negociaciones podía ser importante. Pero, sobre todo, tuvo la habilidad de invitar al candidato demócrata a hacer lo mismo que él y aplazar el debate previsto para este viernes. De este modo, si Obama aceptaba era McCain quien quedaba como el líder forjador de consensos; si lo rechazaba, que fue lo que hizo, el republicano aparecería como el único capaz de "poner al país primero", como reza su eslogan de campaña. Incluso Bill Clinton afirmó que "McCain actúa de buena fe al proponer suspender el debate"; "sabemos que no está asustado porque propuso hacer más debates".

En cualquier caso, el desempeño real de cualquiera de los candidatos al frente de la economía estadounidense durante una crisis que durará dos o tres años en el mejor de los casos sigue siendo una incógnita. Conocemos, eso sí, los instintos de cada uno. Obama es un izquierdista bastante radical, especialmente para los cánones del gigante norteamericano, de modo que tenderá siempre a arreglarlo todo con más regulación y más Estado. McCain, por su parte, tiende a ver el mundo como una cruzada moral, y tiene el defecto de ver malas intenciones allí donde simplemente puede haber errores. Afortunadamente, en el aspecto económico, parece que no anda desencaminado a la hora de clavar sus dardos, y ya ha amenazado a Fannie Mae y Freddy Mac y su enorme influencia en el Congreso.

Esperan tiempos difíciles, y ya hay norteamericanos que se lamentan de no haber escogido a candidatos como Hillary Clinton o Mitt Romney, que ofrecían aparentemente más confianza a la hora de gestionar esta crisis. No sabemos a qué candidato de los realmente elegibles terminará recibiendo el favor de los estadounidenses, pero sin duda la situación económica será determinante en el resultado.

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