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EDITORIAL

Mentiras hasta el final

El partido que asaltó el poder en 2004 con la consigna de que los españoles se merecían un Gobierno que no les mintiese, apura sus últimos días en el poder haciendo honor a su especialidad de intentar engañar a los españoles.

Hasta el último momento el Gobierno está dispuesto a dejar la impronta de su brutal incompetencia. A escasas 48 horas de que se abran las urnas, la vicepresidenta económica del Gobierno, Elena Salgado, ha protagonizado junto al inefable ministro Blanco una de las comparecencias más ridículas, patéticas y deprimentes de los últimos tiempos, lo cual no deja de tener mérito ante la competencia de Rubalcaba. En plena tormenta financiera, con los principales datos económicos desbocados hacia el precipicio y sin atisbo alguno para el optimismo, Salgado ha llegado a declarar sin empacho que empiezan a notarse los efectos de las reformas, que la situación no es en absoluto preocupante y que el Gobierno español se ha ganado el respeto de toda Europa y el del G-20. En una interpretación de la realidad delirante, soberbia y enteramente falsa, Salgado pretende tranquilizar a una sociedad que sufre con extrema dureza las consecuencias de las mentiras socialistas, de la sistemática manipulación y reinterpretación de las estadísticas y los datos oficiales, de la supina y escalofriante incapacidad del Gobierno. Y de la misma manera que Zapatero negó la crisis, insultó a quienes alertaban sobre ella y se tiró faroles como el del mejor sistema financiero del mundo o el de los brotes verdes, Salgado se dedicó en su comparecencia a tocar la lira y a no decir la verdad a los ciudadanos ante el espectáculo de una prima de riesgo que ahoga cualquier expectativa de recuperación a corto y medio plazo y que tiene consecuencias letales para la subsistencia de las empresas.

No por predecible resulta menos escandaloso que el partido que asaltó el poder en 2004 con la consigna de que los españoles se merecían un Gobierno que no les mintiese, apure sus últimos días en el poder haciendo honor a su especialidad de intentar engañar a los españoles con medias verdades, algunas veces, y con la mentira casi siempre.

La última rueda de prensa del Consejo ha servido también para constatar que el Gobierno está dispuesto a agotar todos los plazos antes de abandonar el poder, aunque eso suponga más ruina y descrédito para España. Blanco no ha dejado lugar a dudas y hasta ha llegado a invocar la figura del Rey para justificar la pasmosa interinidad de más de un mes en la que pretenden sumir a España a partir del lunes. No es previsible que ocurra, pero Zapatero debería sopesar el tremendo papelón que puede hacer el 7 y 8 de diciembre en la prevista cumbre europea, encabezando una delegación más que en funciones ilegítima y desautorizada por las urnas. Es anticipar acontecimientos, pero el Gobierno que se deduzca del 20-N no debería permitir la inexplicable dilación en el traspaso de poderes. El Congreso electo se puede constituir mucho antes del 13 de diciembre y el próximo Gobierno mucho antes de final de año, a no ser que lo que se pretenda es dejar morir a la economía española por inacción. Pero eso, desde luego, no parece preocupar en absoluto a Blanco, a quien causó irritación la insistencia de los periodistas sobre la cuestión. Es de suponer que la noche del próximo domingo le quede algo más claro el deseo de la mayoría de los españoles de librarse del lastre de tanta soberbia y de tanta incompetencia.

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