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EDITORIAL

Pactos sin sentido de Estado

No hay, o no debería haber, acuerdo posible con una formación política que pretende desarticular la nación e imponer su ideología sectaria en todos los estratos de la sociedad con tal de perpetuarse en el poder.

Pese a que el mensaje de Navidad del Rey es un acto protocolario que muchas veces sólo consiste en una recopilación de buenas intenciones y buenos deseos para estos días tan señalados, no hay que olvidar que la Constitución española eleva al monarca a la máxima autoridad del Estado y le concede un papel moderador de las instituciones; papel que en parte desempeña o debería desempeñar a través de este tipo de mensajes.

La nota más llamativa del discurso de este año ha sido la petición por parte de su Majestad de "sentido de Estado" para "gobernar y ejercer la oposición"; petición que se produce unas líneas después de haber reclamado la superación de "tensiones y divisiones" y el "entendimiento" entre las comunidades autónomas a la hora de llegar a acuerdos.

Parece por consiguiente que el Rey reprocha tanto al PP como al PSOE su escasa capacidad para consensuar soluciones contra algunos de los problemas a los que se enfrenta la sociedad española, como podrían ser la crisis económica y la crisis nacional.

Ahora bien, ante semejante proclama pactista conviene recordar lo evidente: los acuerdos de Estado sólo sirven para dar una cierta estabilidad a las leyes aprobadas por el Parlamento, lo cual no significa que estemos ante buenas leyes que sirvan para paliar alguno de nuestros problemas. De hecho, nada sería más nocivo para los intereses de los españoles que la estabilidad de las malas leyes y de las malas políticas; a saber, los estatutos autonómicos que rompen la unidad nacional a través de una mutación de facto del régimen constitucional no pueden considerarse sanos para nuestro Estado de Derecho por mucho que hayan sido o hubieran podido ser fruto del consenso.

Tampoco el desnortado apoyo que ha dado el PP a prácticamente todas las políticas económicas del Gobierno de Zapatero ha permitido convalidar una económica desastrosa en una que impulse la recuperación. Simplemente, las medidas que apuntalan la crisis, la seguirán apuntalando por mucho que las aprueben el PSOE, el PP o una amigable entente entre ambos.

Al contrario de lo que parece desprenderse de las buenistas palabras del Rey, España no está falta de sentido de Estado para alcanzar acuerdos, sino de sentido de Estado para promover políticas institucionales, económicas y sociales correctas y adecuadas. Una vez lleguemos a este punto, el consenso puede convertirse en una herramienta útil para asentar las buenas normativas, pero mientras tanto, los pactos entre PP y PSOE sólo pueden ser pactos en torno al vacío, es decir, un ejercicio de escenografía que pretende representar que se hace algo precisamente para no hacer nada; la inacción camuflada de decidida actuación.

Mal haría el PP, pues, si pensara que todavía no ha colaborado lo suficiente con el PSOE y que nuestra crítica situación nacional así lo requiere. No hay, o no debería haber, acuerdo posible con una formación política que pretende desarticular la nación e imponer su ideología sectaria en todos los estratos de la sociedad con tal de perpetuarse en el poder.

El PP, como principal partido de la oposición, puede desde luego optar por suceder al PSOE en los escombros de su régimen y tal vez incluso terminar teniendo éxito. Pero al contrario de lo que podría interpretarse del mensaje de su Majestad, los populares no estarían de este modo sirviendo precisamente los intereses de España y de los españoles, sino más bien los de los cuadros burocráticos de su partido que, al igual que en el PSOE, salivan por un sillón ministerial al precio que sea.

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