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EDITORIAL

¿Quiénes son los tránsfugas?

Según Sanz, era tan necesario evitar que los nacionalistas alcanzaran la Administración que había que pagar todos los peajes posibles a quienes, precisamente, estaban amenazando con entregar Navarra a los nacionalistas.

Ya son catorce y el goteo prosigue. La ruptura del pacto UPN-PP está mostrando que Santiago Cerveza y Jaime Ignacio del Burgo no eran los únicos militantes de la formación navarra que discrepaban de la dirección errante que impuso Miguel Sanz tras las últimas elecciones autonómicas.

De hecho, estos dos políticos, lejos de buscar un interés personal y sectario enfrentado al de sus votantes y afiliados, estaban representando un sentimiento muy arraigado dentro de la base militante y electoral de UPN. Se comprueba, por consiguiente, que el Comité Ejecutivo del Partido pretendía utilizar la suspensión de la militancia de estos dos políticos como una treta para amenazar al resto de sus cargos electos y lograr así que no osaran mostrar sus simpatías con el, hasta entonces, aliado PP.

Sin embargo, parece que la táctica no ha tenido un gran éxito. Lo difícil es dar el primer paso y abandonar la foto de familia, pero una vez que el refundado PP navarro va recabando más apoyos, más militantes de UPN pueden barajar la opción de cambiar de filas.

No en vano, si la trayectoria post-electoral de UPN ya resultaba confusa para muchos, las palabras de Sanz tras la ruptura del pacto no pueden más que sugerir un total desconcierto por parte de quien intenta aparentar fortaleza y decisión en medio de la adversidad. UPN está tratando de encontrar su espacio electoral (una especie de amalgama de todas las tendencias y corrientes habidas y por haber en el escenario político navarro, incluidos los secesionistas de Nafarroa Bai), dando bandazos a diestra y siniestra con el único afán de conservar el poder regional, aun cuando la "unidad del pueblo navarro" se pierda por el camino.

Sólo así puede explicarse que la gobernabilidad de Navarra requería votar unos presupuestos claramente negativos para la autonomía y que suponían dinamitar, de facto, uno de los instrumentos políticos que mayor estabilidad ha dado a la región: el pacto PP-UPN. Según Sanz, era tan necesario evitar que los nacionalistas alcanzaran la Administración que había que pagar todos los peajes posibles a quienes, precisamente, estaban amenazando con entregar Navarra a los nacionalistas. Es más, ha estado dispuesto a dejar el centro-derecha navarro hecho unos zorros para que, de este modo, la coalición PSN-Nafarroa Bai, incluso presentando un programa más maximalista, gane las próximas elecciones sin prácticamente oposición.

Con todo, si algo desconcertará especialmente a los militantes de UPN será el tratamiento que desde la dirección del partido están recibiendo sus antiguos compañeros, a quienes no se duda en tildar de "tránsfugas desleales". La esencia del transfuguismo, no obstante, es que un representante público traicione los principios del programa electoral por el que se le votó y pase a apoyar unos proyectos políticos antagónicos a los deseos de sus electorales.

En este caso ni hay transfuguismo ni deslealtad. El pacto UPN-PP implicaba que el PP cedía sus candidaturas a UPN quien pasaba a presentarse, no en calidad de partido independiente, sino de formación aliada con el PP. Roto el pacto, es lógico que aquellos cargos electos que consideren que UPN ha traicionado el pacto y los principios ideológicos por los que se les votó decidan pasarse al PP. Si en algún momento Convergència i Unió rompiera su acuerdo, resultaría absurdo que la dirección de Convergència Democràtica de Catalunya acusara a algunos cargos electos de "tránsfugas" por quedarse en Unió.

Aquí sucede algo similar, con un agravante para UPN: quien ha roto el pacto y quien ha traicionado a sus votantes ha sido él. Por consiguiente, parecería ser más bien esta formación la que se ha apropiado de los votos de los navarros para caminar en una dirección opuesta a la que se le votó.

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