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Emilio Campmany

Líderes silentes

Digo yo que en caso de que en el futuro hubiera que declarar el Estado de sitio, que Dios no lo quiera, lo debatirán Isabel Chamosa y Beatriz Salmones.

Dice el artículo 1 de la Ley que lo regula que procede declarar el estado de alarma cuando circunstancias excepcionales hiciesen imposible el mantenimiento de la normalidad mediante los poderes ordinarios de las autoridades competentes. Esto significa básicamente dos cosas, que es necesario que concurran circunstancias excepcionales a las que las autoridades no puedan hacer frente con sus atribuciones ordinarias y que la declaración confiere a éstas poderes extraordinarios con los que hacer frente a aquéllas. En consecuencia, una de dos, o se dan las circunstancias y es indispensable atribuir los poderes y hay que votar a favor de la prórroga del estado de alarma, o no se dan, en cuyo caso es igualmente indispensable oponerse a la atribución de esas facultades, que, al no ser necesarias, sólo pueden ser empleadas con abuso por sus titulares.

Por eso, el PP nunca debió abstenerse. Da la impresión de que su punto de vista es el de considerar justificada la declaración, pero, como creen que la situación es fruto de la incompetencia del Gobierno, no deben apoyar la prórroga. Como, por otra parte, parece que la creen necesaria, tampoco quieren oponerse a ella. Así que no les ha quedado otra que abstenerse.

Insisto en que es un error. Si Marruecos invadiera Melilla y el Gobierno pidiera al Congreso que declarara el estado de sitio, el PP podría acusarles de ser todo ello consecuencia de su política de apaciguamiento con el reino alauí, pero votaría a favor de la declaración por ser obviamente necesaria.

En realidad, ocurre que en esto del estado de alarma como medio para prevenir una huelga sin servicios mínimos de los controladores, el PP es consciente de su falta de necesidad, pero no se atreve a decirlo abiertamente y a votar negativamente en consecuencia por temor a ser acusados de ponerse del lado de los controladores, que es tanto como hacerlo del lado de Falconetti. Hay que ver lo listo que estuvo Zarrías cuando acusó a los populares de haber respaldado entre bambalinas la huelga de controladores. Una falsedad absurda, una mentira grosera, que nadie sensato ha creído, pero que ha servido para impedir que el PP tomara una postura abiertamente contraria al Gobierno por temor a dar con ello pábulo a la acusación del agreste socialista andaluz.

Qué sentido tiene que Soraya Sáenz de Santamaría acuse tan ácidamente al Gobierno de incompetencia cuando lo que se discute es la procedencia de la prórroga. Está bien decir que todo lo que ocurrió ese fin de semana fue consecuencia de la falta de previsión del Gobierno, pero la cuestión es si, por culpa de quien sea, hace o no hace falta prorrogar el estado de alarma. Y en eso, la abogado del Estado no se ha pronunciado.

Está igualmente muy bien acusar a Zapatero de esconderse tras las faldas de Jáuregui y de no atreverse a comparecer ante la cámara a pedir la prórroga de la situación excepcional que él mismo decretó hace un par de semanas. Pero se pierde toda autoridad en la crítica cuando resulta que el líder de su partido tampoco ha querido ser él quien subiera al estrado a justificar su ambigua postura. Total, que se prorroga el estado de alarma y lo debate Jáuregui con Sáenz ante los silentes Zapatero y Rajoy.

Digo yo que en caso de que en el futuro hubiera que declarar el Estado de sitio, que Dios no lo quiera, lo debatirán Isabel Chamosa y Beatriz Salmones.

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