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Enrique Dans

Lógica moderna

Una de las reglas básicas de la lógica moderna es que no importa como de sofisticado sea el sistema que has creado para proteger algo… alguien aparecerá, y será capaz de romperlo, de violarlo, de inhabilitarlo

La lógica moderna no funciona como la de toda la vida. Cada día resulta más evidente. En la lógica de toda la vida, fabricar tu producto de determinada forma implicaba que esa, y no otra, era la manera en la que tus clientes utilizarían el producto, salvo raras excepciones protagonizadas por personas que cabía normalmente calificar como “de naturaleza extravagante”. Si un fabricante, por ejemplo, prohibía o simplemente desaconsejaba ciertos usos de su producto, lo normal era que toda una legión de clientes bien disciplinados le hicieran caso, y evitasen tales usos para así no comprometer la integridad de su producto. O la de su garantía, último y amenazante bastión que simbolizaba el poder del fabricante: si te portas mal y haces cosas inadecuadas con mi producto, si lo estropeas te lo va a arreglar Rita, suponiendo que la encuentres y tengas la suerte de que sepa de estas cosas. Y así, durante muchos años, los consumidores decidimos “ser buenos chicos”. Los productos sólo los pueden abrir personal especializado, porque si los abrimos nosotros, quedarán marcas indelebles en los tornillos, y anularemos la garantía. Este producto se usa así y se puede combinar con este otro, pero nunca con aquel… y nosotros íbamos, y hacíamos caso, no se fuera aquello a romper.
 
De un tiempo a esta parte, parece que las cosas han cambiado, y responden a otro tipo de lógica. Y no es un pequeño cambio, es que hemos pasado, casi, casi, a la lógica contraria. Basta que llegue un fabricante y nos diga que no hagamos algo, para que una legión de clientes díscolos se lancen a hacer precisamente eso que les han dicho que no hagan. Talmente como niños pequeños: no toques el radiador, que quema… hala, vamos a la farmacia a buscar una pomada para quemaduras. Basta que llegue Steve Jobs y nos diga que su sistema operativo, el OS X Tiger va a correr sobre máquinas con procesador Intel, pero sólo y únicamente de la marca Apple, para que toda una legión de esos otrora pacíficos clientes se lancen a intentar instalar el mencionado OS X Tiger sobre ordenadores de otras marcas. Y no contentos con intentarlo, resulta que además van, y lo consiguen. Y no contentos con conseguirlo, resulta que además van, y filman vídeos con su hazaña, y los cuelgan en la red, en ocasiones acompañados por detallados tutoriales acerca de cómo realizar la hazaña. Algunos llegan incluso a la osadía de realizar comparativas, y demostrar que la instalación de OS X que han hecho sobre una máquina de otra marca corre más deprisa que la original sobre máquina Apple… vivir para ver… Y claro, ante tamañas demostraciones de indisciplina de sus antes disciplinados clientes, el tío Steve monta en cólera, tira de su Departamento Legal, y se pone a mandar cartas de “cease and desist” a todo aquel que se encuentra por las autopistas de la información contando sus aventuras a los mandos de sus productos. “Hágame el favor de retirar ese vídeo de ahí, o de la demanda que le voy a atizar se le va a caer el pelo”, es la cantinela con la que el tío Steve va, uno detrás de otro, intentando reconducir al redil a esos clientes díscolos. Pero aparentemente, los intentos del tío Steve resultan tan productivos como intentar evitar la ruptura de una presa sobrecargada de agua a base de tiritas. El pobre pega y pega con fe una tirita encima de otra, pero aquello no hay quien lo pare, y el agua sigue, y sigue, y los chorros salen cada vez con más fuerza, y se le empiezan a mojar los tobillos…
 
Una de las reglas básicas de la lógica moderna es que no importa como de sofisticado sea el sistema que has creado para proteger algo… alguien aparecerá, y será capaz de romperlo, de violarlo, de inhabilitarlo. Es más, resulta perfectamente posible que el grado de sofisticación y la cantidad de dinero invertida en el diseño de la protección sea inversamente proporcional al tiempo empleado en romperla. Y líbrete dios de ir por el mundo pregonando las bondades de tu inviolable sistema, porque eso no hará más que atraer más personas empeñadas en romperlo, como si fuera una competición, un divertimento. Algunos, de hecho, son elevados por la iconografía popular a la categoría de mitos, como Jon Lech Johanssen, DVD Jon, héroe de masas y multitudes…
 
Efectivamente, la mencionada es una norma básica. Ha sido comprobada empíricamente ya en infinidad de ocasiones incluso por el mismo Steve Jobs, que ve como hacemos exactamente lo que nos da la gana con la música grabada en nuestros iPods. Ni restricciones, ni DRM, ni perrito que nos ladre… la grabamos donde queremos, la reproducimos como queremos y se la pasamos a quien queremos, para desesperación de las discográficas. Y tío Steve mira displicente y, en lugar de soliviantarse, dice eso de “uy uy uy… pillines, pillines… voy a tener que desarrollar algo más fuerte”, y refuerza su protección, que por supuesto vuelve a ser violada en cosa de unos unos días. Pero al menos salva la cara delante de las discográficas y les mira diciendo “no, si yo lo evitaría, pero es que hay que ver lo listos que son estos c…”
 
¿Cabe pensar que el tío Steve, en su desdichada ignorancia, desconocía toda referencia a esta norma básica de la lógica moderna? Ojo, hablamos de Steve Jobs, una de las inteligencias más preclaras de la era moderna… ¿Esperaba realmente que nadie, nadie osase instalar su OS X en máquina alguna que no fuese las que él vendía? Francamente, creo que no. Me extraña enormemente tamaña torpeza en tan ilustre personaje. Y en ese caso, me temo que va a ser que con todo este movimiento (o “movida”) de acercamiento a Intel, lo que pretendía era alguna otra cosa…

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