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Dejación de autoridad

El Gobierno de Rodríguez Zapatero se siente a gusto viendo como la imagen de España se deteriora y su crédito se desvanece, tanto en Europa como fuera del continente; abandona sus obligaciones para con sus conciudadanos

La vieja teoría liberal nos enseñó que el Gobierno está compuesto por un conjunto de políticos elegidos y pagados por los ciudadanos para defender nuestros intereses, fueran estos materiales o espirituales. Sin embargo, otros se formaron en distintas escuelas de pensamiento, fundamentalmente aquel marxismo de tercera que reinó durante largo tiempo, y en buena medida aún perdura, en nuestras universidades. Para éstos últimos el gobierno es la vanguardia revolucionaria, que guía al pueblo hacia la liberación.
 
Diferentes escuelas llevan a diferentes comportamientos. Nuestra vanguardia revolucionaria puede no descollar en capacidad intelectual o formación cultural, pero tampoco parece que sus votantes requieran de mayores sofisticaciones. Lo que nadie les puede negar es coherencia. A problemas semejantes, respuestas idénticas.
 
El gobierno cubano decide arbitrariamente quién entra y quién no en su territorio, dependiendo de sus intenciones. Si es para reunirse con miembros de la oposición democrática, animarles y mostrarles nuestra solidaridad, entonces los vuelve a introducir en el avión y los envía de nuevo a Madrid. Para los liberales el Gobierno español debería protestar firmemente de inmediato, aplicar sanciones y exigir que en adelante se respete a los ciudadanos dotados de pasaporte español. Para los postmarxistas antiglobalizadores lo importante es mantener el diálogo con la Dictadura y dejar de lado a unos radicales demócratas que ponen en duda la legitimidad revolucionaria. Más aún, a pesar de la humillación infligida, se defiende en Bruselas el levantamiento de sanciones. Lo importante no es la defensa de la democracia en Cuba, los derechos de los españoles y la dignidad nacional y de la Unión Europea, sino proteger a una dictadura marxista.
 
El gobierno marroquí ha incumplido sus obligaciones internacionales y no va a convocar un referéndum para resolver el problema saharaui. El mismo gobierno ha impedido a un conjunto de españoles descender del avión y reunirse con determinadas personas para evaluar la situación. Los clásicos liberales habrían exigido tanto la celebración del referéndum como el respeto a nuestros ciudadanos, que pueden entrevistarse con quien les plazca. Nuestros gobernantes han optado por respaldar a Marruecos en su intención de no celebrar el referéndum y anexionarse el Sáhara. En cuanto a la violación del derecho de nuestros conciudadanos, han agachado la cabeza, sonreído a Marruecos y se disponen a ser humillados cuantas veces Su Majestad alauita lo considere oportuno. No hay aquí simpatía hacia una causa revolucionaria, sino simple y llanamente debilidad. Pensaban que cediendo el Sáhara todo cambiaría, cuando lo lógico es lo que está ocurriendo, a mayor debilidad mayor demanda. Cediendo se pierde autoridad y se anima a la otra parte a sucesivos abusos.
 
El Gobierno de Rodríguez Zapatero se siente a gusto viendo como la imagen de España se deteriora y su crédito se desvanece, tanto en Europa como fuera del continente; abandona sus obligaciones para con sus conciudadanos y se pone al servicio de regímenes políticos antidemocráticos. No deja de ser una vía original para llegar al liderazgo europeo al que dicen aspirar.

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