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El prestigio de España

España tiene en América mucho más prestigio y fuerza de lo que cree la opinión pública nacional, en muchos casos por ignorancia.

España tiene en América mucho más prestigio y fuerza de lo que cree la opinión pública nacional, en muchos casos por ignorancia.

Cuando se produjo la confiscación de YPF, filial de Repsol, por parte del Gobierno argentino, una de las reacciones en España fue la habitual de practicar el masoquismo: no somos nadie, no tenemos fuerza, estamos solos, carecemos de política exterior... Aquí insistimos en que España tiene en América mucho más prestigio y más fuerza de lo que cree la opinión pública nacional, en muchos casos por ignorancia causada por la indolencia.

El último viaje del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a Perú y Chile con motivo de la VII Cumbre Celac-UE lo ratifica. En los meses previos, el Gobierno peronista de Cristina Fernández había tratado de reconciliarse con Repsol debido a las consecuencias que la confiscación ha tenido: para empezar, los mercados de capital internacional se han cerrado con más fuerza para los argentinos. Con motivo de esta acción argentina, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, subrayó ante Rajoy que en su país se respetaban las leyes y los acuerdos de inversión.

Las razones por las que Rajoy se detuvo en Lima fueron el reforzamiento de los vínculos con la Alianza del Pacífico –constituida por Colombia, México, Perú y Chile– y la renovación de la licencia de telefonía móvil que Telefónica estaba negociando, y que al final se concedió por 18 años más. El presidente de Perú, el izquierdista Ollanta Humala, ha recalcado la importancia de los vínculos económicos y culturales entre ambas naciones, mientras Rajoy recordó que España es el primer inversor en Perú, con un importe de 3.000 millones de euros acumulados.

Este prestigio se debe al buen hacer de las empresas españolas, ya plenamente integradas en los países donde se han establecido, y a la responsabilidad de los profesionales españoles, de todas las categorías. Si a lo anterior se uniese una labor seria del servicio exterior, las universidades y los Gobiernos, España sería de verdad una potencia en la América de habla española; pero el Estado español sigue desaprovechando lo que el pueblo crea.

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