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Enredos qataríes

El papel del Emir de Qatar como patrón de la cadena Al Jazira y como dinamizador de grupos islamistas de todo pelaje está hoy más vivo que nunca.

Con el proceso de revueltas árabes aún en plena ebullición bueno es echar un vistazo a uno de los mayores dinamizadores de las mismas: el Emirato de Qatar, a la sazón tercer productor mundial de gas natural. El papel del Emir Hamad Bin Khalifa Al Thani como patrón de la cadena Al Jazira y como dinamizador de grupos islamistas de todo pelaje está hoy más vivo que nunca.

Aunque algunos han destacada el "detalle" de que Al Jazira no emitiera las insoportables imágenes de los asesinatos de Mohamed Merah, rodadas por él mismo, lo cierto es que el bagaje de la cadena es lo que cuenta, destacándose como el gran elemento de agitación que ha sido y que, aunque en menor medida, aún es, y siempre como peligroso juguete en manos del caprichoso Emir. Pero es sobre todo su perfil de estimulador del islamismo el que conviene ser hoy destacado, sobre todo en momentos en los que parece estar saliéndose con la suya dada la pujanza de este por doquier. Ya en los noventa Qatar fue base logística y mediática del terrorismo checheno, dando incluso refugio, en 2001, al antiguo presidente separatista Zelimkhan Landerbiev quien sería allí asesinado por agentes rusos en 2003. Con respecto al radicalismo islamista argelino Qatar fue también base privilegiada para sus dirigentes, y hoy sigue acogiendo a una de las figuras claves del Frente Islámico de Salvación (FIS), Abassi Madani.

Pero lo clave es, sin duda, el papel como dinamizador del islamismo hoy, cuando sirve de base para la oficina de representación de los Talibán afganos –idónea para que acudan los derrotistas que ansían negociar, no se sabe bien qué, con ellos–, ha servido y sirve para bendecir y reforzar a los yihadistas libios (por aquí paso el siniestro Abdelhakim Belhadj, hoy Gobernador Militar de Trípoli) y juega su papel en animar –y en armar– a los islamistas de la polimorfa oposición siria. Seis cazas Mirage de la Fuerza Aérea de Qatar participaron activamente en la imposición de una zona de exclusión aérea sobre Libia, y sus fuerzas especiales sirvieron para reforzar a unos rebeldes que, si no hubiera sido por la intervención militar exterior, jamás hubieran sido capaces de poner orden en el caos de sus filas para poder derribar el régimen de Gadafi. Todo ello apoyado por el caprichoso Emir y por su jugoso fondo soberano, que alimenta y puede seguir alimentando por mucho tiempo a la aparentemente imparable marea islamista y que sirve también para callar a los líderes occidentales, tan necesitados del apoyo financiero qatarí en tiempos de crisis como los actuales.

Hacer caer el régimen sirio, rivalizar en protagonismo con Arabia Saudí –aunque parezca a algunos que ambas monarquías van de la mano– y animar procesos como apuntalar la victoria de los islamistas en las elecciones argelinas de 10 de mayo son, entre otras, sus prioridades hoy. Bueno es no olvidarlo porque, como vemos, se hace cada vez más necesario contrarrestar a actor tan dinámico.

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