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Putin impredecible

Si su victoria es predecible, nada lo es a partir de ese momento. Lo único seguro es que el régimen no podrá ser el mismo

Tras los caóticos y, para la inmensa mayoría de la población, angustiosos 90, Putin, en el poder desde el 99, aportó estabilidad y después sacó a la mayor parte de la pobreza, gracias al maná del gas y el petróleo. Aunque la corrupción ha sido descomunal, ha habido para todos en grados diversos. Los métodos han sido los de una dictadura sin freno, pero al que no se metía en política muy mala suerte era que le sucediese algo malo. Y la gente se abstuvo de inmiscuirse en lo que el Kremlin consideraba su monopolio.

Lo que viene sucediendo desde comienzos del pasado diciembre es un producto social de ese éxito. En una evolución clásica, la parte más ilustrada de los beneficiarios del desarrollo se siente vejada por su marginación política y avergonzada de los métodos que se practican. Las manifestaciones se han producido en las grandes ciudades, con claro predominio de profesionales jóvenes, acomodados, con título universitario. Es una clase media que ha surgido en muy poco tiempo, sin duda a partir de una proto-clase media soviética a la que la ausencia de propiedad impedía consolidarse.

Esta gente ha puesto en evidencia en qué medida el régimen carecía de legalidad y decencia. Están hartos. Para ellos es una cuestión de dignidad. Pero quedan otros muchos que temen perder las modestas pero apreciables ganancias y que se toman en serio la propaganda putinista: o él o el retorno a los 90. No sienten simpatía por los señoritos de las grandes capitales, los cuales están imbuidos de su propia razón y legitimidad, y saben que en Rusia lo que cuenta es lo que se pasa en Moscú y San Petersburgo. Una encuesta fiable revela que el 35% de los votantes rechaza de antemano la segura victoria del ex-coronel de la KGB. Señalan las manipulaciones previas al voto, la discriminación en las candidaturas, el bloqueo de la propaganda. Desde que se abrieron las urnas está llegando información sobre carruseles de votantes trasladados en autobús de un colegio electoral a otro, pucherazos, interventores a los que se les niega el acceso etc. Lo cierto es que es muy probable que Putin conserve una mayoría, pero no está en sus genes consentir unas elecciones limpias.

Si su victoria es predecible, nada lo es a partir de ese momento. Lo único seguro es que el régimen no podrá ser el mismo. Putin ya ha tomado iniciativas que le eran extrañas. Su partido, Rusia Unida ha desaparecido de la vista, y él ha hecho una verdadera campaña tratando de movilizar sus apoyos, aunque entre acusaciones de que ha obligado a muchos funcionarios a tomar parte en sus actos electorales y los ha traído hasta desde varios cientos de kilómetros.

Para el lunes 5 ya hay convocada una nueva manifestación, a la que no se le ha permitido tener lugar en el centro. Será el primer indicio de un porvenir erizado de problemas. Putin lucha por su supervivencia, prácticamente física. Tiene a sus espaldas un tremendo bagaje.

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