Parecen ser todo albricias ahora que el Real Madrid ha ganado al Ajax. Cierto es que comienza a carburar y a encontrar su juego, pero todavía le falta mucho rodaje; ya se sabe que Roma no se construyó en un día. Por eso cojo con papel de fumar el titular de ABC: "Un fulgor que anuncia proezas sin fin". Debemos rendirnos al buen fútbol de los blancos, pero tampoco podemos pasar por alto que el Ajax que vimos anoche en el Bernabéu estaba formado por una panda de mastuerzos de muchísimo cuidado a excepción del portero Stekelenburg y del uruguayo Luis Suárez, quien no pudo estar sobre el césped por culpa de una sanción.
Mourinho se muestra "contento" por el juego de sus pupilos y el resto de mortales madridistas, entre los que me incluyo, también. Parece que poco a poco el técnico está dando con la tecla y va perfilando su once tipo con Mesut Özil al mando de las operaciones del ataque madridista... hasta que Cristiano Ronaldo se ponga a tono de una vez por todas y ose decir lo contrario. Este Real Madrid sí parece tener licencia para soñar y levantar al cielo londinense, el 28 de mayo, la anhelada décima Copa de Europa.
Pero conviene recordar que esto no ha hecho más que comenzar y que aún espera, entre otros, el Milan de Ibrahimovic, Pato, Ronaldinho, Pirlo, Seedorf, Robinho... Y después vendrá –eso espero– la eliminatoria de octavos de final, contra la que los blancos se han dado de bruces los seis últimos años. ¡Se dice pronto!
Por ello toda prudencia es poca. No debe el equipo madridista, pues, mostrar las plumas de pavo real a las primeras de cambio y sí aplicarse las tres reglas de oro para saborear las mieles del éxito: trabajar, trabajar y trabajar. Que se mire para tal fin en el espejo de Rafa Nadal, uno de sus seguidores más ilustres, el hombre que nunca presume y siempre lo gana todo.