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Ignacio Villa

El chiringuito catalán

Maragall ha catalogado de "suflé" lo que, dicho de otra forma, significa que estamos ante una estructura inestable, gelatinosa y temblorosa. Una estructura sin cimientos, sin fundamentos y sin principios

La clase política catalana ha encendido todas las alarmas. Después de una semana tirándose los trastos a la cabeza comienzan a reaccionar. Pero, ojo, que nadie se llame a engaño, esa reacción no tiene de momento ningún elemento de responsabilidad. Las alarmas políticas suenan por el miedo generalizado a que se cierre el cortijo que desde hace décadas se reparten todos, sin excepción, desde el Gobierno central y desde los Ayuntamientos.
 
El tomate montado es respetable. En esta guerra de acusaciones todos tienen mucho que perder y por eso, después de los primeros prontos, ahora buscan recomponer la situación lo más dignamente posible. Hasta tal punto hay pavor en los ambientes políticos, que Pascual Maragall ¡ha perdido perdón! a los convergentes desde Uruguay. Por su parte, desde Convergencia i Unió han dicho que no son suficientes las palabras del presidente catalán. El perdón –dicen– tiene que ser formal.
 
En fin, unos y otros están echándole cara a esta historia para intentar salir lo mejor parados pero la crisis ha llegado tan lejos que ahora no debería ser tan fácil tapar las miserias. De todas formas, los políticos han visto tan cerca el final del "chiringuito catalán" que están dispuestos a hacer lo que haga falta para parar el golpe.
 
Cataluña se tambalea. Un sistema entero se tambalea. Y lo hace gracias a las maneras mafiosas que se han perpetuado en el tiempo con el consentimiento de TODOS. Un sistema que el propio Maragall ha catalogado de "suflé" lo que, dicho de otra forma, significa que estamos ante una estructura inestable, gelatinosa y temblorosa. Una estructura sin cimientos, sin fundamentos y sin principios. Una estructura en definitiva corrupta.
 
Por todo ello, se explica que ante las turbulencias el sistema político se tambaleé y que ante la gravedad de la situación quieran cerrar filas. Aunque esta vez esperemos que no sea suficiente: la responsabilidad ciudadana deberá ganar al mangoneo político. Ante la corrupción no se pueden cerrar los ojos.

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