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Ignacio Villa

La in-comunicación del Gobierno

Han pasado solamente seis meses y la tormenta se ha desencadenado. La filtración "dirigida" desde la Secretaría de Estado de Comunicación, con la carta del presidente Aznar y varios Jefes de Gobierno sobre la crisis de Irak, ha levantado una verdadera oleada de críticas desde muchos medios de comunicación y también desde dentro del Gobierno a la gestión de la política informativa del Ejecutivo. No es intención de este comentario caer en el recurso fácil del ataque personal siempre morboso. Más bien lo contrario, estas líneas tienen el objetivo de plantear algunos interrogantes que con el paso de los días encuentran cada vez menos respuestas.

¿Por qué hay miedo a los medios, donde debería encontrarse entendimiento? ¿Por qué se trabaja a la defensiva, cuando el presidente del Gobierno se encuentra en una ofensiva? ¿Por qué se empeñan en no entender a la prensa que no muestra sumisión y obediencia? Algo pasa cuando se repite y se insiste en la dudosa rectitud de algunos –cada vez más– periodistas, cuando se pone en duda por sistema el rigor de la información, cuando se ven fantasmas y enemigos por todos los lados. Salirse del guión escrito, romper con la propaganda impuesta es convertirse en un "enemigo del régimen". ¿De que régimen?

Parece que han preferido enterrar para siempre las reglas del juego, olvidar que la relación entre el poder y de la prensa no es de servilismo ni de identificación fiel con unas directrices determinadas. Al final, pensar que todos son malos menos los que hablan bien del Gobierno, suena a "chirigota". El político, que busca cada mañana convulsivamente las portadas de la prensa, los contenidos de las tertulias radiofónicas y las historias de los confidenciales, sabe que la crítica forma parte de su trabajo y que, por lo tanto, debe de contar con ella. Querer vivir en un mundo de rosas y de alabanzas es estar fuera de la realidad política y social.

La información no se conchabea, la información se facilita. Está en la buena mano de quién fabrica esa información saber articular una buena estrategia informativa. Pensar siempre que las críticas son fruto de la mala intención ajena mientras que los aciertos son el resultado de la propia virtud provoca, de forma indefectible, una desastrosa política informativa. Ignorar las críticas es en definitiva tropezar dos veces en la misma piedra, y cuando muchas de esas críticas vienen desde dentro del Ejecutivo, no parece inteligente dejarlas pasar. Al final lo paga el Gobierno en pleno.

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