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Ignacio Villa

Rajoy, ese hombre normal

Con el primer fin de semana de campaña hemos agotado el arranque de la recta final de las elecciones generales. Estos primeros días nos dejan ya algunas "perlas" políticas que se merecen un análisis desde la perspectiva del fragor electoral.
 
Para empezar, quizá lo más llamativo, es la entrada en la arena política de Mariano Rajoy. Lo ha hecho en el momento previsto, como tercera fase de una estrategia medida. El candidato del PP a la presidencia del Gobierno ha asumido como necesario un talante mitinero y ha comenzado a actuar en los escenarios de media España, cada vez con más soltura. Su receta tiene cuatro condimentos: buenas dosis de ironía para criticar al PSOE, insistencia permanente sobre su experiencia en el Gobierno, el subrayado especial sobre la consistencia de sus principios y un machacón recordatorio:"Soy un hombre normal".
 
El candidato popular no se cansa de predicar a los cuatro vientos que su gran virtud política es la normalidad. Mariano Rajoy, en efecto, no es un hombre de trascendencia en los gestos, no está obsesivamente pendiente de la imagen y está demostrando que no entiende la política como la puesta en escena de unos mensajes artificiales. El sucesor de Aznar está apostando por algo aparentemente más sencillo, pero que precisamente por su simpleza es susceptible de las críticas. Se comporta tal como es él y, aunque el cambio respecto a Aznar ha sido grande, los simpatizantes y militantes del PP han comenzado a conocerle. Y todo indica que Rajoy ha caído muy bien a los suyos.
 
Mariano Rajoy está cogiendo cada vez más el aire a los obligatorios mítines. Y la demostración más clara de ello es que la gente que acude a los actos públicos se ríe con Rajoy, entiende sus chistes gallegos en estado puro, aplaude sus principios simples pero claros y agradece su sencillez a la hora de afrontar los grandes problemas. A la gente le gusta la "normalidad" de Rajoy. Los propios militantes del PP que habían visto o escuchado a Rajoy a través de los medios de comunicación están descubriendo a su líder y su normalidad está enganchando a sus votantes.
 
Cada día que pasa vemos en el escenario al verdadero Rajoy, brillante en el regate corto y socarrón en las críticas al adversario. Ha apostado por los principios, anunciados sin solemnidad. Prefiere la fuerza de la simpleza y de la normalidad. Estamos ante un hombre normal y corriente. Algo poco habitual en política y que el candidato popular está sabiendo convertir en el mejor de sus tesoros e inversiones. Rajoy se ha presentado a todos como ese hombre normal, que puede gobernar España. Una buena combinación.

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