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Ignacio Villa

Un silencio delator

El silencio del Ejecutivo ante el coche-bomba podría deberse al desconcierto del Gobierno ante la posibilidad de una tregua etarra que decían cercana y que de pronto se ha visto traqueteada por la estretagia del terror de siempre

¿Qué esta pasando?, ¿qué razones hay para que el presidente del Gobierno o el ministro del Interior todavía no hayan dicho esta boca es mía? No es normal que después de un coche-bomba con cuarenta kilos de dinamita en pleno corazón de Guecho, todavía no hayamos podido escuchar una condena de Zapatero o de Alonso ante la reaparición de ETA con su estilo más salvaje.
 
El silencio del Gobierno no es normal. Los ciudadanos españoles no estamos acostumbrados que, ante un coche-bomba, escuchemos al ministro Jordi Sevilla pidiendo que ETA deje de hacer ruido; tampoco es habitual que Patxi López, secretario general de los socialistas vascos, mientras se recogen los cascotes en las aceras de Guecho, diga que "el atentado no cambia el escenario de la paz". Sinceramente, el Partido Socialista ha cometido muchos errores y muchas tonterías antes y ahora, pero nunca ha faltado la condena contundente y clara de cualquiera acción terrorista.
 
¿Cuales son las razones de este silencio? Nadie puede pensar en un cambio de posición de los socialistas. El PSOE condena radicalmente el terrorismo. En cambio, sí que se pone encima de la mesa la posibilidad de que esté en marcha la negociación de una tregua con los terroristas. Unos contactos que podrían estar produciéndose desde hace tiempo y que el atentado de Guecho ha descuartizado inesperadamente.
 
El silencio del Ejecutivo ante el coche-bomba podría deberse al desconcierto del Gobierno ante la posibilidad de una tregua etarra que decían cercana y que de pronto se ha visto traqueteada por la estretagia del terror de siempre. Y ante ese desconcierto, Zapatero y su gente han preferido callar. Lo único que esperamos es que el Gobierno no se deslumbre ante la posibilidad de una tregua y que a cambio de ese objetivo este dispuesto a tragar con bombazos como el del pasado martes.

Todos queremos que el final de ETA llegue cuanto antes, pero no a cambio de lo que sea. Con los terroristas no se puede negociar. Sólo existe una decisión pueda abrir la puerta de la paz. Y todo pasa por el abandono de las armas. El último coche-bomba no tiene nada de paz. Es la dictadura del terror de siempre.

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