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Jorge Vilches

No hay tregua

Ha llegado la hora de que el Estado de Derecho descargue toda su fuerza sobre la banda terrorista y acabe el trabajo. Porque el fin de ETA sí está siendo un proceso "largo, duro y difícil", sin tregua.

Ahora que parece que el "proceso de paz" se ha ido al garete, me gustará leer a los que escribieron, en su día, contra los que denunciaban la torpeza de iniciar un diálogo con una banda terrorista que no se arrepiente, que mantiene la "lucha armada", el acopio de armas y la extorsión. Será fascinante leer, ahora, a los que decían: "quienes critican el proceso de paz utilizan el lenguaje de la derecha golpista, de la misma que asaltó el Cut-Cut, de las juntas militares de 1917, de la que se oía en julio del 36". Será curioso leerles, porque son como aquellos catedráticos de la Universidad franquista que preguntaban a los pobres desgraciados que se presentaban a una oposición: "¿Y dónde estaba usted en julio de 1936?". Es esa intelectualidad gagá y sectaria, de buenos y malos.

Y aún se oye: "Todos los presidentes están en su derecho de hablar con ETA". Pues sí, claro, pero había que tener prudencia y sensatez a la hora de analizar políticamente el proceso. Pero es normal, porque son esos mismos que tienen callos de que le regalen los oídos, y demasiada soberbia para ser humilde ante la contingencia. Porque avisar sobre los riesgos de un proceso al que se pretendía sacar una rentabilidad electoral –no se asusten, es propio de cualquier partido–, sin tener en cuenta a las víctimas, despreciando a la oposición y con un Parlamento de grupúsculos, genuflexionado y complaciente, no era ser de "extrema derecha". "También habló con ETA el PP de Aznar". ¿Cómo se pretende comparar la aplicación legal de beneficios penitenciarios a los etarras, con el borrón y cuenta nueva que alguno sostenía?

¿Y a aquellos socialistas separados por no comulgar con las maneras del "proceso de paz", se les va a compensar? Hay gente que, enmohecida en su púlpito académico y periodístico, con su sempiterna cohorte de palmeros, ha repartido credenciales de demócrata. Y digo esto porque hay quien no está acostumbrado a que le repliquen o corrijan, ni a vivir oyendo opiniones contrarias.

Pero ahora, fuera de lo anterior, vienen momentos muy difíciles. La ruptura del "proceso" se ha debido, lógicamente, a la negativa de ambas partes a ceder. Lo más probable es que el gobierno se haya negado a anular la Ley de Partidos, a amnistías ilegales, a procesos anticonstitucionales referidos a Navarra y a la "autodeterminación"; y que los etarras no hayan querido pedir perdón, dejar las armas ni renunciar a sus reivindicaciones tradicionales.

Si el proceso se ha truncado, el gobierno debe anunciarlo ya, contar las causas, armarse de razón, y la oposición cerrar filas en torno a él. Ha llegado la hora de que el Estado de Derecho descargue toda su fuerza sobre la banda terrorista y acabe el trabajo. Porque el fin de ETA sí está siendo un proceso "largo, duro y difícil", sin tregua.

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