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José María Marco

Cambios, cambios

Gallardón tendrá que purgar sus pecados lejos del círculo inmediato de Rajoy, su siguiente víctima. Contemplará desde su despacho minimalista y faraónico cómo actúa la nueva estrella ascendente, María Dolores de Cospedal.

Al final, es decir en este primer final que es el Congreso de Valencia, los radicales habrán salido castigados. El primero de todos, Gallardón.

Gallardón ha rendido grandes servicios a la causa centrista. El principal es haber sentado en el banquillo a Federico Jiménez Losantos y conseguir su condena. Así han quedado deslindados los terrenos de lo aceptable y lo indeseable. El gesto, respaldado por activa, o por omisión, por la nueva cúpula del PP tenía precio y, así lo creía el alcalde de Madrid, recompensa.

Gallardón estaba dispuesto a pagar el primero con tal de obtener la segunda. El cálculo no le ha salido bien. El precio era demasiado alto. Poner en la picota al periodista más influyente y representativo de la derecha española, y declarar al mismo tiempo que el PP no es un partido de derechas era llevar las cosas muy lejos. Demasiado postmoderno, por así decirlo.

Así que Gallardón tendrá que purgar sus pecados lejos del círculo inmediato de Rajoy, su siguiente víctima. Contemplará desde su despacho minimalista y faraónico cómo actúa la nueva estrella ascendente, María Dolores de Cospedal, que además tiene escaño y voz en el Senado...

Mientras tanto, y lejos de la moderación que anuncia, Rajoy sigue propinando esas pullas que tanto parecen gustarle y que le incapacitan para convertirse en un auténtico líder y llegar a ser algún día presidente del Gobierno. Antes de la apertura del congreso, declaró que "a partir de ahora sólo hablarán los que tienen que hablar", en referencia a los compromisarios y, sobre todo, a los que obviamente no tienen que hablar. Parece una glosa de la doctrina de Prisa expuesta en ese estupendo editorial de El País según el cual la sentencia contra Federico Jiménez Losantos viene a asegurar la libertad de las "personas públicas" como Gallardón, sin duda, o quien sabe si como los compromisarios del PP.

Por eso de la libertad, no estaría de más que alguien recordara en el Congreso aquellas palabras de Rajoy, cuando señaló a Ortega Lara que –entonces– "sí que está hoy entre nosotros", para proclamar luego que "su ejemplo de valor y sacrificio siguen siendo el mejor estímulo para la resistencia cívica de un pueblo".

En el mismo acto, celebrado el 10 de marzo de 2007 en Madrid, en la Plaza de Colón, Rajoy siguió diciendo: "Necesitamos recuperar el consenso. Si no es posible alcanzarlo con el Gobierno yo quiero establecerlo con la gente, con los españoles. En ese espíritu, convoco solemnemente a todos los españoles, a los que les importa España, a poner fin a esta situación. Les convoco a defender la nación española y a sumar esfuerzos para recuperar nuestra autoestima como un pueblo que ha sabido dar ejemplo al mundo con su entereza frente al terrorismo. (...) Somos una voluntad en marcha. No nos vamos a resignar. No nos cansaremos de combatir por nuestros principios. No renunciaremos a conquistar lo que es justo. No nos rendiremos jamás."

De ahí a lo dicho ahora... ¡Cuántos cambios!

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