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José María Marco

Fondos reservados

La gente que salió a la calle en 2003 lo hizo siguiendo a personas y organizaciones que, algunas de ellas al menos, estaban cobrando de Sadam Hussein

Desde hace siete meses, una comisión bipartidista del Senado norteamericano viene investigando minuciosamente, no al modo en que lo hacen las comisiones del Parlamento español, el programa Petróleos por Alimentos. El primer resultado tangible es que el Presidente de la Comisión, el senador Norm Coleman, acaba de pedir públicamente la dimisión de Kofi Annan.
 
El programa Petróleo por Alimentos fue puesto en marcha por la ONU para evitar en lo posible que las sanciones impuestas a Irak por las propias Naciones Unidas perjudicaran a los iraquíes. Bajo control directo de la ONU, las autoridades iraquíes podían comprar alimentos o productos necesarios para la supervivencia de la población a cambio de petróleo.
 
Sadam Hussein consiguió pervertir de arriba abajo la naturaleza del programa. Adquiría productos baratos, muchas veces inservibles, y los pagaba, con petróleo, a un precio muy superior al que hubieran costado normalmente. Una vez fuera de Irak el petróleo se revendía y una parte del beneficio conseguido iba a parar a cuentas corrientes que han tenido usos muy diversos. Los fondos sustraídos suman 21.000 millones de dólares y constituye una de las grandes estafas de la historia de la humanidad. El programa se puso en marcha poco antes de la llegada de Kofi Annan a la Secretaría General de la ONU y se ha desarrollado casi íntegramente durante su mandato.
 
El dinero así recaudado tuvo varios destinos. Las cuentas de Sadam Hussein, su familia y allegados, en primer lugar, que se lucraban a costa del pueblo iraquí, al que debía ir destinada esa ayuda.
 
En segundo lugar, también recibieron fondos importantes funcionarios y políticos franceses, rusos y chinos, entre otros, probablemente también españoles. Ahora sabemos definitivamente que la oposición a la intervención en Irak no tuvo por motivos únicos, y tal vez ni siquiera principales, el pacifismo o el antiamericanismo. La gente que salió a la calle en 2003 lo hizo siguiendo a personas y organizaciones que, algunas de ellas al menos, estaban cobrando de Sadam Hussein. Irremediablemente, se irán sabiendo los nombres. Como en otros casos, también aquí se acabará sabiendo quién se disfrazó de pacifista en aquellos meses, y por qué.
 
El dinero sirvió además para financiar a varias organizaciones terroristas. Hay pruebas de las transferencias y se conoce el mecanismo, aunque no la suma total que fue a parar a los terroristas. Es muy posible que los "insurgentes" que hoy intentan aterrorizar a la población iraquí para evitar las elecciones lo estén haciendo gracias al dinero del programa Petróleo por Alimentos. También es posible que algunos de quienes argumentaban entonces que el terrorismo aumentaría a causa de la intervención supieran, o al menos sospecharan, que con ese mismo dinero que ellos estaban recibiendo se estaba financiando a los terroristas que se encargarían de cumplir aquella profecía, que ahora más que nunca parece una amenaza.
 
Hay más. El dinero sirvió también para facilitar las cosas dentro de la ONU. Está comprobado que el propio supervisor del programa, nombrado por Kofi Annan, recibió dinero de Sadam Hussein. También se sabe ya que el hijo de Kofi Annan ha recibido dinero (más del que inicialmente admitió) de una empresa suiza contratada por la ONU para supervisar las ventas de petróleo iraquí.
 
Kofi Annan no sólo no se enteró de nada, sino que ha puesto y sigue poniendo todos los obstáculos posibles para evitar la investigación. Por muy estruendoso –y escandaloso– que sea el silencio que ha rodeado a este asunto, Kofi Annan ya no puede dejar de asumir sus responsabilidades. Queda por ver cómo se defiende, qué lealtades –también sospechosas a partir de ahora- consigue suscitar y si está dispuesto a que su descrédito suponga un paso más en el descrédito de la organización que ha presidido, tan desgraciadamente para ella, para el mundo entero y en particular para el desdichado pueblo iraquí.

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