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Juan Manuel Rodríguez

Camacho suda para sonrojo de los "galácticos"

Queiroz era un maniquí mozambiqueño que disfrazaba su desconocimiento anudándose al cuello corbatas de Armani. Camacho es un hombre del pueblo y para el pueblo, un tío que "les pondrá en su sitio" con un par... sonrojándoles a base de sudar la gota gorda

He aquí una formulación físico-futbolística de gran calado: el tamaño del cerco de sudor de Camacho es inversamente proporcional al buen juego del Real Madrid.
 
Consiguientemente, cuanto mejor juega el Real Madrid al fútbol, Camacho transpira menos y por lo tanto los cercos de sudor que aparecen en las axilas de sus camisas tienden a decrecer, mientras que cuando el equipo juega peor esos mismos cercos crecen, crecen y crecen, aumentan peligrosamente de tamaño, engordan, abultan y cobran vida en tres dimensiones hasta transformar al propio entrenador en un inmenso y peligroso cerco de sudor humano, un cerco de sudor españolísimo que no para de dar órdenes y de moverse en el límite de la zona técnica, tratando de colocar a los suyos, clamando en el desierto, gritando como todo el mundo sabe ya perfectamente a estas alturas que gritan los cercos de sudor humanos, esto es, con desesperación y voz ronca, con angustia casi.
 
Camacho no esconde ni disfraza sus cercos de sudor, incluso los exhibe orgullosamente al comprarse camisas que lo único que tratan es de resaltar su sufrimiento ante los ojos de los aficionados. Es la suya una pasión futbolística que no concluirá hasta que el Real Madrid defienda con órden y ataque con cabeza. Pero el sudor de Camacho, paseado por las televisiones de toda España como si del presunto romance entre Fran Rivera y Carla Goyanes se tratara, va justo en la dirección contraria de ese club ejemplar y modelo de perfección que había diseñado Florentino Pérez en sus despachos de ACS. Florentino tiene un problema, y ése es la inmensa humanidad de Camacho, un entrenador que no suda Chanel precisamente.
 
Y he aquí una deducción extraída de la formulación físico-futbolística de gran calado expuesta al comienzo de este artículo: cuanto más crecen los cercos de sudor de Camacho, más esconde su cabeza Florentino en el palco. Carlos Queiroz era un maniquí mozambiqueño que disfrazaba su desconocimiento anudándose al cuello corbatas de Armani, mientras que Camacho es un hombre del pueblo y para el pueblo, un tío que "les pondrá en su sitio" con un par... y sonrojándoles a base de sudar la gota gorda. Porque esa es otra: los jugadores son conscientes de que el inevitable crecimiento de los cercos de sudor de su entrenador son la prueba palpable de que su fútbol está dejando mucho que desear. Y la gente se pregunta, inquieta, cómo es posible que sólo sude Camacho y no lo hagan los jugadores. ¿Cómo es posible? El sudor de Camacho se ha convertido en el enemigo público número uno de los "galácticos".

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