Aunque haya parafraseado involuntariamente el título de una de las novelas de Saramago, esto de la trama Gürtel en Valencia empieza a ser algo más que una mera comidilla de café y cigarrito. Como dirían nuestros clásicos, hay que estar cerca de la Corte para saber lo que pasa y lo que se cuenta que pasa. Pues algo así sucede con la calle Quart de la capital valenciana, donde radica la sede autonómica del Partido Popular. El porcentaje de población que sigue la actualidad política está absorto ante el espectáculo brindado por los dirigentes del PP. Dichos cabecillas ahora le llaman PPCV; parece imprescindible desmarcarlo de otros PPs, ¡qué lástima que ya no haya un PP!
El comunicado de Ricardo Costa, en el que se resiste a soportar con mansedumbre su defunción política, ha levantado muchas ampollas y ha abierto muchos interrogantes en el todavía partido de Rajoy. Horas después de la lectura del mismo, los dirigentes valencianos que forman parte del Comité Ejecutivo Regional han tenido que adoptar una decisión terriblemente complicada. La dificultad viene motivada por una pluralidad de razones, entre las que destacan dos: en primer lugar porque todos saben que hay mucha más información de la que ha aparecido; y en segundo porque hay información que no proviene sólo de pinchazos policiales sino de los propios protagonistas.
La llegada de Juan Costa al Comité Ejecutivo ha añadido tensión a la reunión. Para desgracia de los votantes, en esta no se ha oído ni un solo reproche; no ha habido defensas acérrimas ni siquiera amenazas veladas. De este modo, han quedado encima de la mesa demasiados interrogantes que auguran un futuro incierto: ¿De dónde salió Álvaro Pérez? ¿Quién lo introdujo en Valencia? ¿Dónde está quien lo apadrinó? ¿Hay hechos relevantes que aún ignoramos? ¿Hay videos tal y como se rumorea? ¿Son ciertos los informes sobre ciertos dirigentes a los que aludía la prensa estos días? Si Costa era un dique, ¿cuántos más quedan? ¿Quiénes más fueron seducidos por este sujeto? ¿Qué recibieron? ¿Cómo? ¿Dónde?
Aquí en Valencia, somos muchos quienes pensamos que Costa no va ser el único que caiga, ni que sea el último responsable. A la militancia y a los votantes no les importa tanto si ha sido un Mercedes, un Infinity, una moto, o un BMW, como tener la certeza de que el PP es un partido limpio. Basagoiti puso el dedo en la llaga el pasado sábado, cuando aludió a la situación de tantos concejales vascos que se juegan la vida por unos principios, mientras otros se llenan los bolsillos. Es imperante que el PP abra una investigación para poner blanco sobre negro lo que ha sucedido y depure las responsabilidades que se deriven de aquella. A continuación, deben disolverse Les Corts y convocarse elecciones. En este tiempo el PP debe realizar un gran esfuerzo por devolver al partido a su relación con las bases, recuperar la proximidad con los ciudadanos, salir de la moqueta y pisar las aceras.
Lamentablemente la decisión adoptada por el famoso comité fue que Ricardo Costa y todos los demás siguieran en sus puestos. Sólo cesaría temporalmente como secretario general si, por iniciativa de algún órgano del partido o del propio Camps, se crease una comisión de investigación para esclarecer lo sucedido. Y el cese sería por el tiempo estricto que durasen los trabajos de investigación. En cambio, apenas unas horas después de haber terminado los monólogos en la calle Quart, ha sido la dirección nacional del partido la que aparentemente y a través de un comunicado poco claro parece que "ha suspendido temporalmente" a Costa como secretario general y como portavoz parlamentario. Por si no había bastantes dudas ahora debemos añadir: ¿Qué más va a hacer Rajoy? ¿Estamos ante un acto de desobediencia a la dirección nacional o ante una cuestión pactada? ¿Se abre la posibilidad a una gestora en Valencia? Lo dicho, están abiertos todos los interrogantes.