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Maite Nolla

Sordos

Me da la sensación de que han contraprogramado un poquito tarde. Puede ser que les dé igual y que esto no sea nada más que un ensayo con público para las generales de dentro de un año; para las elecciones del domingo está todo el pescaovendido.

Qué bonito es ver al presidente del Gobierno y a sus ministros socialistas subirse al coche oficial y mandar al chófer que ponga Papá cuéntame otra vez. Porque tienen Consejo de Ministros, que si no serían los primeros en buscar la arena de la playa debajo de los adoquines de la Puerta del Sol. Lo que pasa es que es complicado hacer oposición desde el Gobierno o ser antisistema desde el sistema; para eso hay que tener mucha cara o ser del Tripartit. Pero el Gobierno, superada la timidez inicial, ha decidido ponerse de parte de los que protestan, tanto en la parte romántica como en la parte ilegal.

Lo que si me gustaría saber es por qué el Gobierno ha dicho que no sólo va a escuchar a los acampados, sino que sus propuestas son posibles. ¿Dónde ponemos el listón? ¿En el número? ¿En que son de izquierdas? ¿En que son muy simpáticos? ¿Por qué?, que diría Mourinho. Las víctimas del terrorismo también han salido y seguirán saliendo a la calle y el Gobierno siempre ha considerado que sus manifestaciones debían clasificarse por defecto en la extrema derecha. O cuando al PSC le nació Ciudadanos, hasta el punto de conseguir noventa mil votos en Cataluña y subiendo, a los socialistas sólo se les ocurrió decir que les pagaba la FAES –con condena incluida a la señora Sáenz Díaz, digamos que por mentir–. Carmelo González también acampó en la Plaça de Sant Jaume, ante la Generalitat y el Ayuntamiento de Barcelona, y no le hicieron ni puñetero caso. Es verdad que coincidió con la protesta pacífica de Iñaki a base de hincharse a jamón de York y, seguramente por eso, la plantada de Carmelo quedó en segundo plano. Pero sus propuestas eran tan posibles que el Tribunal Supremo, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y hasta el Tribunal Constitucional, en la sentencia sobre el Estatut, le acabaron dando la razón. Y en todos esos casos, los miembros del Gobierno se quedaron sordos. Recuerden, por ejemplo, el caso de Paco Caja. Llegó a recoger las firmas suficientes para presentar una iniciativa legislativa popular en el Parlamento de Cataluña, y cuando subió al estrado a defenderla se quedó literalmente sólo en el hemiciclo con los diputados de Ciudadanos y del PP. Los demás se largaron; los socialistas los primeros.

Me da la sensación de que han contraprogramado un poquito tarde. Puede ser que les dé igual y que esto no sea nada más que un ensayo con público para las generales de dentro de un año; para las elecciones del domingo está todo el pescaovendido. De todas formas, se apuntan los primeros a escuchar porque así llevaron a Zapatero desde la nada al Gobierno: no saben actuar de otra manera. Necesitan de este tipo de precursores o coadyuvantes; llámenlo como quieran. Para ellos la política no es suficiente y la verdad es que les ha funcionado hasta ahora. A partir del domingo, ya veremos.

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