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Pedro de Tena

Del régimen y de maletines

Esto de los maletines no es nuevo. Ya había maletines en el Ayuntamiento de Madrid gobernado por el Partido Socialista en 1984, cosa que denunció Alonso Puerta para verse inmediatamente expulsado del PSOE.

Diminutivo de maleta, maletín se refiere a una de dimensiones reducidas que se lleva habitualmente en la mano. Es normalmente rígido, con asas y de tamaño suficiente para albergar en su interior folios A-4. Ideal, a su vez, para guardar dinero en fajos de billetes que, a ojo de buen cubero y bien ordenaditos, pueden alcanzar hasta el millón de euros, y tal vez más. A lo largo del tiempo y desde los tiempos del Gobierno de Felipe González (ni Flick ni Flock), maletín significa asimismo el dinero que alguien paga a alguien, habitualmente funcionario público uno de los dos, para engrasar el funcionamiento de la maquinaria administrativa o para lograr algo que legal y abiertamente no obtendría. Es decir, hablando en plata, maletín se llama al pago que un corrupto realiza a otro corrupto para obtener favores irregulares o ilegales.

Isabel Allende advierte en El Chamán que un maletín puede albergar, incluso, el corazón de un hombre. Pero eso es una exageración. Maletín, lo que se dice maletín es ya un referente expresivo de la corrupción. Ciertamente, antes era bastante habitual relacionarlo con los médicos y sus instrumentos, con algunos vendedores y sus muestras y con los yuppies y sus papelitos. Pero ya no. El maletín, que rima con Manolín y con dinerín, se refiere a la pasta gansa tapada por su cubierta y que va, negro y espeso, de una mano a otra.

Otras veces vuelan. Volando van, volando vienen y en los despachos, pues se entretienen. Corretean. Chaves parece saberlo porque acaba de decir que ya no hará falta que los maletines obtengan licencias en Marbella. Debe saberlo perfectamente porque uno de sus consejeros. Jaime Montaner, tuvo que dimitir por una cochambre de esas, un talón de 85 millones, seguramente preso, el pobre, en un maletín de Jesús Gil que estaba destinado a pagar a alguien de la Junta por conceder unas licencias.

Esto de los maletines no es nuevo. Ya había maletines en el Ayuntamiento de Madrid gobernado por el Partido Socialista en 1984, cosa que denunció Alonso Puerta para verse inmediatamente expulsado del PSOE. Luego hubo maletines de dinero negro en billetes usados de 1.000 y 5.000 pesetas en el caso Guerra y el propio Borrell tuvo que decirle a los grandes empresarios de la construcción que ya no habría más pago de comisiones lo que, traducido al argot del trapicheo, quería decir lo siguiente: "Sé que mi partido ha consentido el tráfico de maletines para obtener prebendas, contratas y concursos, pero eso se ha acabado." Pero no, no se acabó. La persistencia del maletín es encomiable, admirable, espectacular. Tiene vocación de eternidad.

No diré yo, por supuesto, que esto de los maletines sea propio del Partido Socialista con carácter de exclusividad. Otros partidos sienten la tentación del maletín desde los principios de la democracia, que es cuando hemos podido enterarnos de que circulaban de un lado a otro. Tras el caso Flick, que no Flock, vino el caso Naseiro, del PP. Hagan memoria. Antes, en la dictadura de Franco, es de suponer que también transitaban por despachos y dependencias con total impunidad y silencio al no existir la libertad de expresión necesaria para su detección y denuncia. El maletín, con otros nombres más populares como taco, tela marinera o agrícola, hierros, jandos, parné, antiguamente perras, pelas, guita, duros, cuartos, talegos u otros que no vienen a la memoria en este instante, nunca ha tenido enmienda.

Pero tampoco puede negarse que el maletín está más vinculado, por cantidad y por calidad, a las andanzas de los círculos ligados a la progre-oligarquía en esta etapa de la historia de España aunque otros, repetimos, también lo usen. Por ejemplo, quien fuera alcalde socialista de Marbella, Alfonso Cañas, dijo en una entrevista tener constancia de la existencia de maletines que se movían en un triángulo Sevilla-Córdoba-Marbella, relacionado con el Partido Socialista. Y eso ya desde 1979 a 1991. O sea, mucho antes de Gil, que, al parecer, aprendió de maestros anteriores.

Puestos a ver maletines volando, me seduce mucho más el vuelo de ese tan misterioso que menciona Raymond Chandler en El Largo adiós:

– El hecho de que haya contado que voy a divorciarme de mi marido y que Amos me trajo hasta aquí con un maletín de noche, no quiere decir que yo sea una conquista tan fácil como usted se imagina – dijo Linda, con el mismo tono de enojo.

– ¡Maldito sea el maletín! – exclamé –. Usted no quiere acostarse conmigo. Lo entiendo perfectamente. No hay razón para que quiera hacerlo. Pero a pesar de eso, creo que todavía podemos tomar una o dos copas de champaña, ¿no le parece? Este encuentro no tiene por qué convertirse en una disputa sobre quién va a ser seducido y cuándo y dónde y con cuánto champaña.

Dios, qué romántico. A saber lo que habría en ese maletín. Lo que se sabe siempre es lo que hay en otros maletines, en nuestros maletines del sur: intentos de quebrar el Derecho, la libre competencia y la igualdad de oportunidades. Cuando oye uno a Manuel Chaves, por poner un ejemplo, hablar de igualdad en esta Andalucía de maletines y nepotitos, la sobreviene a uno la risa floja o la risa gorda, pesada, esa que decía la Matute que agarraba en esta tierra.

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